THE OBJECTIVE
Felipe Santos

La bella Fernande

“Creo que hace dos días empecé una nueva tontería, pero fue culpa de la tormenta. En la casa hay un pintor español que me encuentro en todas partes desde hace algún tiempo y, con sus ojazos cargados, penetrantes y pensativos a un tiempo, llenos de fuego contenido, me mira con tanta intensidad que no puedo evitar mirarle también”. Tras el fuego siempre vienen las cenizas, la falsa calma de la hoguera consumida, que la brisa amenaza con volver a prender. Cuando Picasso pintó este cuadro ya había dejado de soplar la ardiente pira en que se había convertido aquella joven que había conocido en el Bateau-Lavoir, ese antro tan lleno de talento como de inmundicia, donde cada día Juan Gris, Constantin Brancusi, Amedeo Modigliani, Pierre Mac Orlan o Max Jacob hacían cola para llenar el cubo de agua del aseo.

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La bella Fernande

“Creo que hace dos días empecé una nueva tontería, pero fue culpa de la tormenta. En la casa hay un pintor español que me encuentro en todas partes desde hace algún tiempo y, con sus ojazos cargados, penetrantes y pensativos a un tiempo, llenos de fuego contenido, me mira con tanta intensidad que no puedo evitar mirarle también”. Tras el fuego siempre vienen las cenizas, la falsa calma de la hoguera consumida, que la brisa amenaza con volver a prender. Cuando Picasso pintó este cuadro ya había dejado de soplar la ardiente pira en que se había convertido aquella joven que había conocido en el Bateau-Lavoir, ese antro tan lleno de talento como de inmundicia, donde cada día Juan Gris, Constantin Brancusi, Amedeo Modigliani, Pierre Mac Orlan o Max Jacob hacían cola para llenar el cubo de agua del aseo.

Al principio le pidió que dejara de trabajar, pero cuando Kees van Dongen vive en el estudio de al lado es difícil sustraerse de posar para él. Las llamas de los celos y la posesión alcanzaron una altura considerable. Una hoguera en mitad de un lavadero. “He vuelto a casa de mi pintor español. Me adora y eso me conmueve. Es sincero”. Un día deciden dejar el estudio y trasladarse al número 11 del Boulevard de Clichy. Hace un tiempo que el pintor ha empezado a vender bien sus cuadros. Aún así, mantiene su estudio en aquel lugar, “para trabajar con tranquilidad”.

En el cuadro que se ha subastado esta semana por 56,3 millones de euros puede verse la mirada gris, implorante, de Fernande Olivier cuando posó para este cuadro que Picasso pintó en aquel estudio mugriento. La tragedia de una separación inminente puede palparse en el semblante ocre de la amada. Nunca unos ojos tan vacíos se pintaron tan llenos. La bella Fernande dejaba de serlo poco a poco y ahí dejó el pintor este lienzo para atestiguarlo, el triste dibujo de unas ascuas a medio consumir.

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