THE OBJECTIVE
Rafael Timermans

La caja de Pandora

Desde hace años, en la búsqueda de vacunas, y quizá de armas biológicas al mejor estilo Indiana Jones, se buscan gérmenes en lugares aislados, escondidos, sin influencias ajenas.

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La caja de Pandora

Desde hace años, en la búsqueda de vacunas, y quizá de armas biológicas al mejor estilo Indiana Jones, se buscan gérmenes en lugares aislados, escondidos, sin influencias ajenas.

Desde hace años, en la búsqueda de vacunas, y quizá de armas biológicas al mejor estilo Indiana Jones, se buscan gérmenes en lugares aislados, escondidos, sin influencias ajenas. Una de las primeras noticias apareció cuando se decidió abrir ataúdes de zinc que guardaban víctimas de la gripe mal llamada «Española» allá por la Primera Guerra Mundial. Se abrieron, sí, pero con las máximas precauciones de aislamiento. Y ahí acabo la noticia.

Las últimas novedades vienen del hielo siberiano, donde se han encontrado virus con capacidad infecciosa 30.000 años después de haberse congelado. Aunque ha sido buscado y extraído de grandes profundidades, los voceros del calentamiento global, renombrado como cambio climático ante las dudas sobre la realidad del calentamiento, no han tardado en alertar a todos sobre el peligro que podría suponer que el deshielo liberara virus peligrosos para la humanidad.

Los virus recién aparecidos solamente tienen capacidad de infectar amebas, y como característica distintiva son de los virus mas grandes, mayores que gran número de bacterias. Y poco mas.

En el año 2003 aparecieron los primeros virus gigantes, y en un gesto tragicómico, teatral, se llamó a uno de los tipos «Pandoravirus». Para tranquilizar a la humanidad, seguro. O no.

Hasta el momento solo hay datos no concluyentes de la presencia de uno de estos virus «gigantes» en una infección en humanos, en un niño de 11 meses con aumento de ganglios linfáticos en Francia, sin consecuencias graves. Pero no importa: alarmar sale gratis.

Existen instituciones en todo el mundo occidental encargadas de hacer un seguimiento de cualquier enfermedad nueva, así como de la presencia de un número anormal de otras ya conocidas. Cuando alertan, de manera fundada, de la posibilidad de la aparición de graves problemas no les creemos. Y a la vez nos alarmamos por noticias que, de momento, quedan para las páginas de «curiosidades» en la prensa gratuita.

Estemos alerta. Seamos razonables. No convirtamos en asunto de fe lo que es un tema de ciencia. Y dejemos que los que saben hagan su trabajo.

Bueno: Y que cualquier tertuliano opine cualquier cosa sobre cualquier tema.

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