THE OBJECTIVE
Susana Koska

La ciudad de las mujeres

Las mujeres gritamos “Basta” y eso no basta. Los gobernantes no salen de minuto de silencio por cada una de las asesinadas. Los medios de comunicación hablan de mujeres que mueren y desaparecen, como si desaparecieran voluntariamente o murieran de muerte natural. Estamos ante un problema mayúsculo de la sociedad que hay que enfrentar con educación, leyes y el compromiso de los hombres. No podemos mirar más para otro lado. No podemos recluirnos en ciudades de mujeres para que no nos maten.

Opinión
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Las mujeres gritamos “Basta” y eso no basta. Los gobernantes no salen de minuto de silencio por cada una de las asesinadas. Los medios de comunicación hablan de mujeres que mueren y desaparecen, como si desaparecieran voluntariamente o murieran de muerte natural. Estamos ante un problema mayúsculo de la sociedad que hay que enfrentar con educación, leyes y el compromiso de los hombres. No podemos mirar más para otro lado. No podemos recluirnos en ciudades de mujeres para que no nos maten.

“Mi nombre es Rebecca Lolosoli. Trabajo con el Grupo de Mujeres Umoja desde su fundación en 1990. Éramos pocas mujeres, ahora somos 58. Estamos luchando por los derechos de las mujeres, de las familias y de las niñas. Una mujer no es nada en nuestra comunidad. Las mujeres de Samburu no tienen derechos. Las mujeres tienen que exigir sus derechos, y entonces llegará el respeto. Así que luchamos para que nuestras niñas vayan a la escuela, para que puedan elegir a sus maridos, para que puedan poseer y trabajar la tierra y el ganado como los hombres. Este pueblo es un refugio para mujeres. Mujeres y niñas que huyen de los malos tratos, las violaciones, los matrimonios precoces y la mutilación genital femenina. Y luchamos por la paz, porque no hay desarrollo sin paz.”

Nadie explicará mejor que Rebeca la imagen de Umoja. Ves a estas mujeres valientes y luego te lees las noticias de este verano de sangre.
Habrá quien siga teniendo el cuajo de decir que es el calor mediterráneo que achicharra o la desesperación de los hombres ante las custodias compartidas. No hay más ciego que el que no quiere ver. Antes decían que las mujeres no denunciaban, cuando se atrevieron a denunciar, dicen que las denuncias son falsas. El caso es que siguen muriendo asesinadas a manos de sus ex maridos, de sus ex novios y hasta de sus hijos. Lo vemos de todos los colores. Nadie sabe qué hacer. Las mujeres gritamos “Basta” y eso no basta. Los gobernantes no salen de minuto de silencio por cada una de las asesinadas. Los medios de comunicación hablan de mujeres que mueren y desaparecen, como si desaparecieran voluntariamente o murieran de muerte natural. Estamos ante un problema mayúsculo de la sociedad que hay que enfrentar con educación, leyes y el compromiso de los hombres. No podemos mirar más para otro lado. No podemos recluirnos en ciudades de mujeres para que no nos maten.

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