THE OBJECTIVE
Andrea Mateos

La era de la comunicación incomunicada

Las redes sociales y las aplicaciones – ¡el WhatsApp en cabeza!- han comido terreno a lo afectivo y las relaciones físicas. ¿Amor líquido? La tecnología, en vez de complementar nuestra vida, a menudo la sustituye. ¿Estamos perdiendo nuestra esencia humana?

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La era de la comunicación incomunicada

Las redes sociales y las aplicaciones – ¡el WhatsApp en cabeza!- han comido terreno a lo afectivo y las relaciones físicas. ¿Amor líquido? La tecnología, en vez de complementar nuestra vida, a menudo la sustituye. ¿Estamos perdiendo nuestra esencia humana?

No se miran. Mucho menos conversan entre sí. Están absortos en sus burbujas, aquello que llaman Smartphone y Tablet y que es capaz de captar toda su atención y aislarles del mundanal ruido… ¡Cierra ese cacharro, joven, que estamos comiendo!, dirían nuestros mayores. Esta es la fabulosa cita que está teniendo ahora mismo la pareja de al lado de mi mesa. Estamos viviendo la pérdida de lo real en un mundo ascendentemente virtual. Y no nos importa.

Las redes sociales y las aplicaciones – ¡el WhatsApp en cabeza!- han comido terreno a lo afectivo y las relaciones físicas. ¿Amor líquido? La tecnología, en vez de complementar nuestra vida, a menudo la sustituye. ¿Estamos perdiendo nuestra esencia humana?

Luis Hernán, estudiante de Diseño Arquitectónico en la Universidad de Newcastle, ha conseguido captar con una lente las formas y colores de las conexiones inalámbricas: el rastro del wifi. El resultado es el plasma “Spirit Photographs-Wireless Spectre”, es decir, la foto que están ustedes observando en pantalla. Y nosotros, los seres humanos, vivimos en medio de todos esos matices de líneas. ¿Sorprendente?

La tecnología, Internet en la globalización, se habían creado para garantizar la comunicación (¿incomunicación?). Debería aprovecharse lo bueno que nos ofrecen y, como todo en esta vida, hacer un equilibrado uso… que en la práctica no se hace. He de decir, no obstante, que me sigo declarando una ferviente defensora del libro tradicional, de las conversaciones físicas o de las fotos en papel. ¡Llámenme anticuada! Y lo irónico del asunto es que yo les esté contando esto de forma virtual, compartiendo la información a través de mis cuentas de Twitter y Facebook. Supongo que, después de todo, es inevitable escapar de la era de la comunicación incomunicada, de la que todos somos partícipes.

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