THE OBJECTIVE
Antonio García Maldonado

La furgoneta y la fascinación tecnológica

En el inicio de la película Body of Lies (2008), un oficial de inteligencia de Estados Unidos se dirige ufano a sus superiores, a los que pide un cambio de enfoque en la lucha contra el terrorismo islamista en plena ola de insurgencia tras la invasión de Irak. Les explica que, frente a nuestra fascinación por las tecnologías y los avances en el espionaje electrónico, el enemigo se mueve con costumbres de la Edad Media, se comunica con papelitos y con códigos culturales propios absolutamente ajenos a nosotros. De modo que, a su juicio, se impone una vuelta al terreno distinta, con un mayor esfuerzo por atenuar los sesgos analíticos occidentales y más conocimiento de la cultura y las formas de pensar, sentir y actuar del enemigo. Esa vuelta a lo rudimentario sería, según el analista, uno de los grandes movimientos estratégicos del yihadismo.

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La furgoneta y la fascinación tecnológica

En el inicio de la película Body of Lies (2008), un oficial de inteligencia de Estados Unidos se dirige ufano a sus superiores, a los que pide un cambio de enfoque en la lucha contra el terrorismo islamista en plena ola de insurgencia tras la invasión de Irak. Les explica que, frente a nuestra fascinación por las tecnologías y los avances en el espionaje electrónico, el enemigo se mueve con costumbres de la Edad Media, se comunica con papelitos y con códigos culturales propios absolutamente ajenos a nosotros. De modo que, a su juicio, se impone una vuelta al terreno distinta, con un mayor esfuerzo por atenuar los sesgos analíticos occidentales y más conocimiento de la cultura y las formas de pensar, sentir y actuar del enemigo. Esa vuelta a lo rudimentario sería, según el analista, uno de los grandes movimientos estratégicos del yihadismo.

Sabemos que muchos yihadistas sí utilizan las nuevas tecnologías, y de hecho es Internet una herramienta básica de radicalización y captación. Pero el razonamiento del oficial no está exento de argumentos válidos tras el atentado de ayer en Barcelona, que se suma a los producidos en Europa estos años: se han utilizado camiones, cuchillos, martillos y armamento básico. De hecho, la película anticipa este escenario de atentados yihadistas permanentes en mercados y centros comerciales de las ciudades europeas.

Por razones comprensibles con el auge de Internet, la cibercriminalidad y el Big Data, en las labores de recogida de información ha primado un enfoque que prioriza perfiles tecnológicos o técnicos (ingenieros, matemáticos, estadísticos) frente a los perfiles más clásicos de la inteligencia, que provenían bien del ejército o bien de carreras humanísticas. En cualquier caso, perfiles en principio más acordes con una vuelta a ciertos orígenes en la inteligencia sobre el terreno que los nuevos tiempos parecen reclamar a criterio del protagonista de la película. En este sentido, la inteligencia ha recorrido un camino similar al de la sociedad en la relegación de antropólogos, filósofos o periodistas.

Las nuevas tecnologías y la información compartida son esenciales, nadie lo duda. Las fronteras clásicas entre inteligencia exterior e interior en las que se había dividido hasta hace pocos años el sector, se han difuminado. Y por tanto, las fronteras entre los distintos servicios cuando asumen retos globales. Fueron los servicios italianos quienes advirtieron de la peligrosidad de uno de los terroristas del puente de Londres, y según informaba ayer El Periódico, la inteligencia americana había avisado a los Mossos de un posible atentado inminente en Las Ramblas.

Pero en la época de la cibercriminalidad, los smartphones, los hackers y la fascinación tecnológica, el factor humano y humanístico, la cultura en su acepción más clásica, sigue siendo esencial, también para nuestra seguridad.

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