THE OBJECTIVE
Fernando Garcia Iglesias

La infección de un gobierno

El primer contagio de ébola fuera de África paralizó y empapó de sudores fríos a un Ejecutivo acostumbrado a resolver los problemas que se le plantean con la varita mágica de la inacción y el esperar.

Opinión
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El primer contagio de ébola fuera de África paralizó y empapó de sudores fríos a un Ejecutivo acostumbrado a resolver los problemas que se le plantean con la varita mágica de la inacción y el esperar.

En sus cabezas pintaron otro escenario y se lo creyeron. Repatriarían al doctor y misionero Manuel García Viejo desde Sierra Leona. Con un poco de suerte, el enfermo estaría ingresado en el hospital pocos días y empezaría a mejorar. Mariano Rajoy y Ana Mato saldrían en rueda de prensa a la hora de los informativos, victoriosos, alabando los bienes de la sanidad pública española, la valentía del enfermo y de los responsables de su curación. Llenarían decenas de minutos en las radios y varias portadas en los periódicos. Al final, ligera subida en una encuesta de fin de semana sobre la valoración de los ministros, medio punto arriba en los pronósticos electorales de los sesudos sociólogos de Moncloa y Génova. Pintaron ese escenario en sus cabezas simples de publicistas gubernamentales, pensando que ganarían la batalla al ébola a tiempo para abrir el telediario de las 3 y tener esos diez minutos de propaganda y elogio, el único motor que guía la gestión de los políticos en este país.

Pero un descuido, un accidente laboral de una enfermera, hizo que ese castillo de naipes propagandístico cayera estrepitosamente dejando nada más que la desnudez de una clase política incapaz. El primer contagio de ébola fuera de África paralizó y empapó de sudores fríos a un Ejecutivo acostumbrado a resolver los problemas que se le plantean con la varita mágica de la inacción y el esperar. Fallaron en la gestión de la crisis y fallaron en la gestión de la información. El papel de directora de orquesta nunca fue diseñado para Ana Mato, sobrepasada, inquieta, inhábil, como una torpe fugitiva que no puede huir por el peso de los grilletes del Gürtel, del Jaguar, de las fiestas excesivas. A la hora de escribir estas líneas, la enfermera contagiada de ébola, Teresa Romero, parece que mejora. Para la que no hay salvación posible es para Ana Mato, el virus que ella trajo desde África ha acabado con su carrera política.

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