THE OBJECTIVE
Cristian Campos

La intención era buena

Es entrañable ver a esos periodistas que le dieron bola a las mentiras del padre de la niña Nadia (Pedro Simón, Mamen Mendizábal, Susanna Griso, Ana Pastor y Jordi Évole entre muchos otros) reconvertir lo que ha sido un pecado mortal de sentimentalismo en un pecadillo venial de falta de profesionalidad. “Debimos comprobar los datos”, dicen. No, hombre, eso es lo de menos. Lo que deberían haber comprobado más bien es su sensiblería. Porque no hay jeta, estafador y vendemotos de este mundo que no sepa ya que en la era de las ideologías bobitas y la pornografía sentimental se pesca antes a un incauto con el cebo del drama lacrimógeno que con el de la avaricia. Ahora la cosa ya no va por lo visto de cubiletes y pelotitas sino de niños enfermos o bombardeados.

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La intención era buena

Es entrañable ver a esos periodistas que le dieron bola a las mentiras del padre de la niña Nadia (Pedro Simón, Mamen Mendizábal, Susanna Griso, Ana Pastor y Jordi Évole entre muchos otros) reconvertir lo que ha sido un pecado mortal de sentimentalismo en un pecadillo venial de falta de profesionalidad. “Debimos comprobar los datos”, dicen. No, hombre, eso es lo de menos. Lo que deberían haber comprobado más bien es su sensiblería. Porque no hay jeta, estafador y vendemotos de este mundo que no sepa ya que en la era de las ideologías bobitas y la pornografía sentimental se pesca antes a un incauto con el cebo del drama lacrimógeno que con el de la avaricia. Ahora la cosa ya no va por lo visto de cubiletes y pelotitas sino de niños enfermos o bombardeados.

Me queda la duda de si estos periodistas, e incluyo en el término a algunos personajes a los que no considero periodistas por aquello de la economía narrativa, se creyeron de verdad las fabulaciones del padre de Nadia o si aun dándose perfecta cuenta de lo disparatado de estas decidieron seguirle la corriente a la cursilería ambiente por vaya usted a saber qué misteriosa razón.

Si es lo primero, esto del periodismo no es lo suyo y deberían dejarlo a la voz de ya para dedicarse a lavar los pies de los pobres en el Ganges. Una tarea mucho más efectiva y eficiente que el periodismo si lo que se pretende es salvar a la humanidad. Porque un periodista no puede permitirse el lujo de no ser ateo de todas las creencias. Es una posición incómoda y sí, insensible, pero también imprescindible para la higiene mental de un periodista. Lo otro es chapotear en las tripas de los espectadores.

Si es lo segundo, sería interesante conocer sus motivos. ¿Tenían miedo de quedarse al margen de la historia del día? ¿De que les acusaran de insensibles? ¿Creyeron que el fin justifica los medios? ¿Les pudo el corporativismo? ¿Creyeron que sus lectores y espectadores son idiotas y que se tragarían cualquier mercancía averiada que les pusieran en los morros? ¿Se vendieron por unos cuantos cientos de clics y un punto de audiencia arriba o abajo?

No tengo ninguna duda de que rascando, rascando, llegaríamos a la más socorrida de las excusas. La más utilizada a lo largo de la historia por miles de miles de tiranos, asesinos, mesías de todo a cien, dictadores bananeros y delincuentes comunes para justificar sus salvajadas. “La intención era buena”. La Inquisición, el comunismo, el movimiento antivacunas: ideologías todas ellas propulsadas por la gasolina de la más pura bondad de sus defensores. Hay más muertos en las cunetas sacrificados por la bondad de sus asesinos que víctimas de la estricta maldad del prójimo.

El periodismo más infantiloide está, en definitiva, dándole mecha a tres florecientes negocios criminales. El primero es el de la propaganda con fines asesinos (por ejemplo los montajes con sangre falsa y actores de reparto a cargo del terrorismo islámico para consumo de pijos y macrobióticos occidentales) o pecuniarios (el caso del padre de Nadia).

El segundo es el del desprestigio de su propia profesión, el periodismo. Un desprestigio del que sólo saldrán beneficiados los mentirosos, los manipuladores, los aprovechados y los tóxicos. Cada tuit de alguno de los periodistas antes mencionados, cada vez que Ana Rosa Quintana o Belén Esteban o Jorge Javier Vázquez se hacen eco de una información publicada en un medio de prensa supuestamente serio, cada vez que el periodismo se olvida de cuál es su verdadero objetivo para dedicarse a conducir al rebaño de su clientela hacia la Tierra Prometida, le florece un clavo más al ataúd de la profesión.

El tercero, por supuesto, es de la insensibilización progresiva de la sociedad. Gracias a estos periodistas, gracias a las cadenas y los medios que les pagan, será mucho más difícil a partir de ahora conseguir que los españoles donen su dinero para causas urgentes, y graves, y verdaderas.

Así que gracias a todos ellos por hacer del mundo, hoy, un sitio un poco peor que ayer.

Pero es que su intención era buena.

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