THE OBJECTIVE
Cristian Campos

La irracionalidad de moda

“Londres elige al primer alcalde musulmán de una gran capital occidental”. Eso dicen, coma arriba, coma abajo, la mayoría de medios de prensa occidentales. Toda una derrota para el islam, esa religión que acaba definiendo a sus creyentes, quieran o no quieran, más que sus ideas políticas o su talento para realizar el trabajo para el que han sido elegidos. Algo que no suele ocurrir con los políticos cristianos, de los que sólo se menciona su religión cuando esta alcanza el punto de ebullición de la enajenación. Pongamos por caso Jorge Fernández Díaz, todo un señor ministro del Interior, atribuyendo la caída del comunismo a la Virgen de Fátima.

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La irracionalidad de moda

“Londres elige al primer alcalde musulmán de una gran capital occidental”. Eso dicen, coma arriba, coma abajo, la mayoría de medios de prensa occidentales. Toda una derrota para el islam, esa religión que acaba definiendo a sus creyentes, quieran o no quieran, más que sus ideas políticas o su talento para realizar el trabajo para el que han sido elegidos. Algo que no suele ocurrir con los políticos cristianos, de los que sólo se menciona su religión cuando esta alcanza el punto de ebullición de la enajenación. Pongamos por caso Jorge Fernández Díaz, todo un señor ministro del Interior, atribuyendo la caída del comunismo a la Virgen de Fátima.

Occidente es ese rincón del planeta en el que no suele importar demasiado el ente imaginario al que le rece Sadiq Khan en la intimidad de su hogar o de la mezquita de turno. El de Khan, además, es un ente imaginario con gran éxito de público, lo que suele ser merecedor de ancho respeto incluso entre aquellos que dicen no creer en nada. Otra cosa sería que Khan creyera, vayan ustedes a saber, en el dios babilónico Marduk. O en Odín. Ahí ya los londinenses no le perdonarían a Khan la creencia con tanta facilidad. Una cosa es un delirio compartido por millones y otra un delirio compartido por un puñado de nórdicos pintorescos que, para añadir insulto a la injuria, tocan en grupos de black metal maquillados hasta el cielo del paladar. Hasta en la irracionalidad hay modas.
No me cabe duda de que un buen número de londinenses, sin ser musulmanes ellos mismos, habrá votado a Khan por hacerle la pascua a otros londinenses, tampoco musulmanes. Es probable que los que se acaben fastidiando sean más bien aquellos musulmanes para los que Khan jamás será lo suficientemente musulmán. Tampoco Obama, al parecer, ha resultado ser lo suficientemente negro para los exquisitos gustos de la izquierda occidental más paliducha, siempre dispuesta a fantasear con el camino más corto hacia la aniquilación de los derechos humanos garantizados por las democracias liberales. El caso es que Obama ha resultado ser el mejor presidente americano desde Reagan. Recalco lo de “americano” porque algunos lo querían keniata. Mala suerte para ellos.
Así que no entiendo el revuelo organizado en torno a la religión de Khan. Otra cosa muy diferente sería la elección de un alcalde cristiano en la ciudad siria de Raqqa. Un lugar en el que ser cristiano requiere algo más que coraje. Y en el que, por cierto, se ejecuta a niños de siete años por “insultos a la divinidad”. Pero… ¿un musulmán, alcalde de Londres? ¿Dónde está la noticia? Lo que inquieta del apasionamiento con el que se habla de Khan, en definitiva, no es el hecho de que sea musulmán sino el de que tanto y tanto revolucionario de pitiminí haya puesto tantas esperanzas en él. ¿Qué es lo que esperan que haga Khan?
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