THE OBJECTIVE
Javier Dominguez Reguero

La mediocridad verdiblanca

El Betis se va a Segunda. Las trece barras de su escudo han sido una jaula durante toda la temporada que ha mantenido a parte de la afición encerrada. Callada hasta que la ruina estaba consumada. Hasta el sábado pasado.

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La mediocridad verdiblanca

El Betis se va a Segunda. Las trece barras de su escudo han sido una jaula durante toda la temporada que ha mantenido a parte de la afición encerrada. Callada hasta que la ruina estaba consumada. Hasta el sábado pasado.

El Betis se va a Segunda. Las trece barras de su escudo han sido una jaula durante toda la temporada que ha mantenido a parte de la afición encerrada. Callada hasta que la ruina estaba consumada. Hasta el sábado pasado.

La ilusión contagió la pésima planificación deportiva llevada a cabo desde el verano pasado. Pensaron los dirigentes que este año iban a tener la suerte de la campaña anterior cuando el equipo se clasificó para Europa. No estaba ya Mel para seguir siendo el padre protector, la unión entre grada y césped. Rubén no era el Castro del curso pasado, lesión por medio, y de los fichajes, 13, pocos se salvan de ser una banda indispuesta para la máxima categoría.

Los aficionados béticos, admirados en España, llenan el campo cada partido. Animan y sufren. No se es del Betis si no se sufre. Este año el masoquismo ha sido continuo pero en el Villamarín siempre quedó la quimera. Esa que hace al equipo de Heliópolis ser capaz de lo mejor. Y en la mayoría de las ocasiones, de lo peor. ¿Por qué siempre nos toca a nosotros? se preguntarán los béticos. Esto, lo del Betis, no es mala suerte. No es el árbitro.

El manquepierda tan difícil de explicar no consiente. Es el mismo que se echó a la calle aquel 15 de junio de 2009. Es el camino para levantarse y no caer en la mediocridad de un manquepierda que anestesia a la grada. Este Betis tiene que exigir. Y eso no viene nunca, y comprobado, desde los dirigentes. Con sus aficionados a la cabeza tiene que salir de nuevo adelante para asentarse en Primera, cuando vuelva, y no consolarse con ser piropeado por otros. El manquepierda no debe tomarse como conformismo. Sería anodino y dejaría a un Betis descarnado.

El Betis se va a Segunda. Nos deja como la novia a la que siempre le dijimos que todo iba bien. Y era mentira.

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