THE OBJECTIVE
Paco Segarra

La nada o el misterio

Si es usted ateo, eso es todo. No siga leyendo. No celebre la Navidad, el Misterio por excelencia.

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La nada o el misterio

Si es usted ateo, eso es todo. No siga leyendo. No celebre la Navidad, el Misterio por excelencia.

Es conocida y casi famosa la respuesta del filósofo católico Jean Guitton al presidente francés, el masón Mitterrand, cuando éste, moribundo, le preguntó por el más allá: «La nada o el misterio». Si es usted ateo, eso es todo. No siga leyendo. No celebre la Navidad, el Misterio por excelencia. Le deseo lo mejor. Hasta otra. Escribo, pues, hoy, para creyentes. La religión no es un conjunto de absurdos, sino un conjunto de misterios, esto también forma parte de la conversación del presidente con el filósofo. El absurdo es la nada y el misterio es una puerta abierta a la esperanza. Vivimos en el Misterio. Vivimos entre ángeles y angelitos y santos y justos e injustos y demonios y pequeños diablos y ánimas del purgatorio y espíritus en pena, y el pobre judío errante. Vivo todavía con mi abuelo, siguiendo sus huellas en la nieve, aquella Navidad de 1962, aquella gran nevada en Barcelona y vamos a la fuente de Pedralbes a por agua porque se han helado las cañerías y de regreso mi abuelo resbaló, «¿estás bien, abuelo?», «sí», un brigada de la guardia civil apenas reconoce que se ha caído con un «sí» y continúa caminando mientras enciende otra vez el «Celtas». La tía Asunción me dice que estoy muy guapo, hoy, en casa de mi padre, que ronda por el Cielo desde 1978, y también me acaba de decir «qué guapo» ahora, en el hospital, a los noventa años. La tía Asunción cree que el tío Rogelio anda de viaje, pero murió el año pasado, cuando ya no podía contarme historias de la Patagonia. El abuelo Carmelo no dice nada, porque nunca lo dijo, y ahora tampoco: sólo nos mira con la sonrisa ladeada, como José, mi cuñado, pero José no paraba de hablar, y así debe seguir allá arriba, o aquí al lado, vaya usted a saber, el misterio tiene estas cosas, qué le vamos a hacer. Roberto se tomará su ron aquí y se fumará el puro en Cuba y es posible, sólo posible, que intente venderle unos folletos a san Pedro, pobre san Pedro, abogando ante Jesús por tantos bravucones y cobardes como él, Pedro, esa Roca que más bien fue de arena y se lo tuvo que recordar san Pablo, entre tentación y tentación de la carne, este cuerpo de muerte, como el tuyo Paco, ya me entiendes, hijo, no desesperes o tírate a un zarzal como Francisco cuando vió de lejos a santa Clara. La única que nos puede ayudar es la Vírgen María, hijo, porque es una madre y las madres todo lo sufren y todo lo disculpan y van a visitar a sus hijos a la cárcel. Mejor cualquier cárcel de aquí abajo, hijo, que aquellas otras eternas, ¿sabes? Diles a los curas que hablen del infierno, hijo. Lo haré Padre, pero me matarán. Para eso has venido al mundo, hijo. Lo sé, Padre. Aparta de mí este cáliz, porque va a doler, Padre, va a doler mucho. Pero que se haga lo que tú quieras, Padre. Es un misterio que ahora ya no acierto a comprender, son tan oscuros estos olivos y esta noche y mis amigos duermen, Padre. Hágase tu voluntad. Sí, hágase, aunque me volverán a matar un millón de veces y un millón de veces más; prefiero que me vean como a un Niño. Miradme, les diré, soy sólo un niño. Sólo un niño, no tengáis más miedos de los que ya tenéis. Un niño, eso es Todo.

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