THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

La paradoja de los tornados

Lo llamaron ‘tronada’. Ante esa amenaza y la de los terremotos, los edificios representativos que levantaron los españoles en toda América fueron de piedra

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La paradoja de los tornados

Lo llamaron ‘tronada’. Ante esa amenaza y la de los terremotos, los edificios representativos que levantaron los españoles en toda América fueron de piedra

Me quedo extasiado ante las fotos de portada de ‘The Objective’. Algún día serán parte de las mejores fuentes de los historiadores futuros. Por ejemplo, me sigue asombrando la imagen de la devastadora acción de los tornados en los Estados Unidos. El nombre se lo pusieron los españoles, los primeros europeos que fueron testigos de ese meteoro. Lo llamaron ‘tronada’. Ante esa amenaza y la de los terremotos, los edificios representativos que levantaron los españoles en toda América fueron de piedra. Véase la ciudad de San Agustín en Florida (la primera del territorio norteamericano) o las misiones franciscanas en California.

Asombra que los pioneros norteamericanos no aprendieran la lección y siguieran construyendo «cabañas de troncos» y luego casitas de madera, que a veces parecen de papel. Además, esas casas suelen ser exentas, es decir, no se apoyan unas sobre otras. No es de extrañar que llegue el tornado y se reduzcan a astillas.

La contradicción no se puede explicar por el hecho de que las casas en los Estados Unidos estén fuertemente aseguradas. Los habitantes de ese noble país gastan demasiado en seguros, abogados y juicios; pagan caro el valor del individualismo. «Mi casa es mi castillo», dicen los ingleses.

La interpretación más correcta pertenece, una vez más,  al subconsciente colectivo. La mezcla de los valores de individualismo y movilidad hace que la vivienda que hipoteca una pareja sea solo para ella y los hijos pequeños. No piensan que los hijos  emancipados vayan a habitarla. Por eso se construyen las casas para una sola generación y, a poder ser, con los materiales más perecederos. El albañil cede al trabajo del carpintero. Otra costumbre norteamericana es edificar las casas costeras sobre la misma playa, a veces sobre pilotes. El peligro es evidente. No aprenden.

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