THE OBJECTIVE
Anna Grau

La peor dictadura es la de nadie

«Somos una economía mayoritariamente de desgraciados, de autónomos, falsos autónomos, pequeños y medianos empresarios en agonía, etc, que nos mandan quince días de “vacaciones pagadas” y nos hunden»

Opinión
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La peor dictadura es la de nadie

Las cosas se están poniendo muy feas y se van a poner mucho peor, para qué nos vamos a engañar…¿O sí? ¿Prefiere usted que le engañen? No se ofenda pero a veces lo parece.

Generalizando, simplificando (pero no mucho) y recapitulando: nadie nos había querido decir, o nosotros no nos habíamos querido enterar, que la supuesta Sanidad pública universal apenas daba de sí 3 camas de hospital para cada 1.000 pacientes españoles (5 para cada 1.000 europeos), que las residencias de ancianos donde tanto costaba entrar eran puros abuelódromos sin medicalizar, y que un virus que mata menos que otros, pero obliga a hospitalizar más, iba a dejar literalmente en pelotas todo el sistema. No sé quiénes tienen más miedo, si los que así nos gobiernan, de dar la cara, o los así gobernados, de sumar dos y dos y llegar a las únicas y devastadoras conclusiones posibles.

La primera en la frente, que los Reyes son los padres; la segunda, que la Sanidad sólo es pública, universal y gratis a condición de que nadie se ponga enfermo, y prepárense para la tercera: somos una economía mayoritariamente de desgraciados, de autónomos, falsos autónomos, pequeños y medianos empresarios en agonía, etc, que nos mandan quince días de “vacaciones pagadas” y nos hunden. Es más: no se olviden de que la anterior oleada de la crisis, la de 2008, no se saldó con navajazos en las esquinas porque la economía sumergida existía. Porque una ingente economía en negro apuntalaba por detrás a la economía en blanco, impidiendo que se tiñera de rojo y de desesperación. Bien, pues tengo noticias para ustedes: la economía sumergida no entiende de teletrabajo ni de vacaciones forzosas. Al principio del confinamiento los Mossos d’Esquadra detuvieron en Banyoles a un trabajador sexual (a un prostituto, sí) que iba a hacer un “servicio esencial”. Qué risa, ¿verdad? Y el caso es que el hombre no mentía, aquel era un servicio esencial para él. Para que él pudiera comer, se entiende.

Es casi agotador hacer frente a la escalada de mala leche indocumentada y de teorías de la conspiración de andar por casa que se desatan en momentos así. Mi propio padre cree de la mayor buena fe que el coronavirus se cocinó en un laboratorio made in USA para “frenar” a los chinos de erigirse en segunda potencia mundial. Da igual que precisamente la economía china se esté poniendo las botas en este momento en que se tambalea hasta el valor oro. De esto a plantearse si el virus no habrá estado todo este tiempo agazapado en el Valle de los Caídos, presto a saltar al cuello de cualquiera que se atreviera a exhumar a Franco, como la maldición de la tumba de Tutankamon…en fin.

Vivimos tiempos de espantosas hemorragias de autoridad y cada vez es más difícil que te escuchen si no dices tonterías. Porque hay mucha presión y porque mucha gente se tapa las orejas a dos manos, absolutamente decidida a no enterarse de nada que altere ni lo más mínimo su visión del mundo. Teorías de la conspiración, hace nada les decía; ojalá. Si algo demuestran los últimos grandes cataclismos mundiales es que basta con un vacío de poder y de responsabilidad, basta con un parpadeo de la excelencia, para que todo se venga abajo.

¿Se acuerdan de las dichosas hipotecas subprime? El que las vendía cobraba su comisión aunque el que las compraba no las pudiese pagar, por si acaso se empaquetaban o mejor dicho rebozaban en Bolsa, se armaban unos buñuelos fenomenales, nadie respondía de nada, nadie pagaba sus culpas y cuando todo explotó, encima hubo que decirle al niño que por favor no se sintiera culpable por haber volado la cocina de casa con sus padres dentro. No fuera caso que del trauma resultante no volviese a fluir jamás el crédito…

Vamos camino otra vez de la peor dictadura, que es la dictadura de nadie, aquella en la que nadie da la orden, en que nadie hace en realidad nada, y en que la segunda ley de la termodinámica, la que nos lleva derechitos a la entropía y al caos absoluto, se manifiesta en su más feroz esplendor. El que recortó la Sanidad no es el que ahora tiene que poner las camas, el que va a rebanar el cuello de millones de autónomos no es el que inventó la guillotina fiscal, etc, etc…

Y como no nos salvamos ninguno, los periodistas y los medios de comunicación no iban, no íbamos a ser menos. Qué decir del lamentable espectáculo de sectarismo, crispación y batalla campal directa. Y lo peor es que, como se cree el ladrón que todo el mundo es de su condición, ya no queda nada cierto, razonable ni sagrado. Ya todo el monte es orégano, claudicación o censura o…

Al calor de la grave hora que tiñe de Apocalipsis hasta los cereales del desayuno hemos visto despidos fulminantes de veteranos informadores y comentaristas de toda la vida, genuflexiones estomagantes, extraños movimientos orquestales y empresariales en la oscuridad y hasta asombrosos y no poco sospechosos descubrimientos de la censura en la edad tardía…¿Vamos camino de una nueva guerra de Troya mediática? Que hagan todos lo que quieran pero llamando a las cosas por su nombre, si no es mucho pedir. En mi humilde opinión la salud, la economía y el buen gobierno, también la buena oposición son otra cosa, señores. También en mi opinión es otra cosa la buena prensa y hasta es otra cosa la censura. Y ahí lo dejo por hoy.

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