THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

La Rusia fanfarrona

Rusia vive de materias primas como cualquier país del tercer mundo. Da de comer a su población con los ingresos de materias. En realidad Rusia es Burkina Fasso con armas nucleares. Ahora dice no poder pagar a Fabio Capello, su jefe técnico.

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La Rusia fanfarrona

Rusia vive de materias primas como cualquier país del tercer mundo. Da de comer a su población con los ingresos de materias. En realidad Rusia es Burkina Fasso con armas nucleares. Ahora dice no poder pagar a Fabio Capello, su jefe técnico.

Nada había tan molesto en las estancias en Marienbad, Karlsbad o Baden Baden, decían algunos de los viejos visitantes aristócratas de toda la vida en aquellos balnearios allá en las postrimerías del siglo XIX, que los rusos nuevos ricos. Esos rusos cargados de joyas, mujeres sin recato y niños de pésima educación. Eran los más ruidosos, los más ordinarios y los más ostentosos. Los rusos educados, los aristócratas terratenientes, que pasaban parte del año en Paris, Viena, Roma y Berlín, huían de sus compatriotas. Estos eran ya muchas veces más adinerados que las grandes familias viejas, gracias al comercio y los grandes proyectos industriales del zarismo en la segunda mitad del siglo. Se habían generado grandes fortunas de forma muy rápida y como sus homólogos en EE UU, los grandes magnates del ferrocarril y la industria, eran pendencieros y matones. La falta de escrúpulos que los había hecho ricos la trasladaban a sus caprichos. Mientras, unos como otros, usaban su dinero para un grosero despliegue de poder de hombres primarios que todo lo profanaban y enlodaban con su ebria fanfarronería. En América, los que no se estrellaron y arruinaron buscaron su respetabilidad postrera. A algunos les dio tiempo de comprarla aun en la primera generación. Los hijos y nietos ya gozaron de educaciones exquisitas. Nombres célebres lograron el respeto y dignidad social con mecenazgos y fundaciones, hospitales y misericordias. Sus familias hicieron después historia y muchas están presentes en Estados Unidos. En Rusia no fue así. Los que no se arruinaron en sus alardes y ostentosas formas de gasto y vida, acabarían siendo asaltados y saqueados por las revoluciones. La bolchevique acabó con todo, con ricos nuevos y viejos. Muchos fueron asesinados y los más afortunados huyeron con lo que podían llevarse. Sus familias perdieron las raíces y en su mayoría también el idioma. Y se convirtieron en occidentales que, cuando cayó el régimen soviético a finales del siglo XX, no tenían ya a nadie dispuesto a retornar a la tierra de sus mayores. A los países centroeuropeos, en los que el régimen comunista duró “solo” cuarenta años, retornó mucha emigración de vieja aristocracia, gran burguesía y fortunas. Muchos eran aun aquellos que habían sido expulsados como jóvenes. Y volvían como ancianos. Pero muchos tuvieron aun la increíble experiencia de recuperar sus propiedades, tierras, industrias, comercios y palacios que les habían sido arrebatados. Y se restableció la relación de amor a la propiedad y vocación de trabajo, compromiso y servicio. En Rusia nada de eso existió.

Cuando se privatizó lo hicieron lo más rápidos y los más corruptos con relaciones especiales en la dictadura en disolución. Así surgieron los grandes oligarcas. De nuevo como antaño el dinero fácil, ese rápido en llegar y en partir. Llegó con el saqueo de las propiedades del Estado soviético agonizantes. Hubo algunos hombres de negocios, unos más corruptos y brutales que otros. Pero en su mayoría fueron grandes rufianes. Jamás hubo unas relaciones razonables de limpieza. Y no hay dinero viejo ruso. De ahí que la relación con el dinero de todos ellos sea la del campesino ganador de la lotería. Los nuevos ricos, riquísimos gracias a las materias primas ante todo, se acomodaron a los tiempos primero de Yeltsin y después de Putin. Los que no se acomodaron al poder están en el exilio o muertos. Y los ricos rusos comenzaron a inundar todo el mundo del lujo como en su día hicieron en Marienbad, en Carlsbad o en Baden Baden. Están en todas partes. Han comprado el centro de Londres, gran parte de Viena y de muchas capitales europeas. Son otra vez los más ruidosos y ostentosos en todas partes. BadGastein a Marbella, de Miami a Viña del Mar u Orange County. Lo quieren comprar todo. Y lo quieren ya. Pero como todos sus oligarcas, no solo tienen un dinero rápido y muy dudoso casi siempre. Tienen una inmensa fragilidad en unos negocios tantas veces dependientes del poder político y sus favores. Los hijos de los más listos ya estudian en los mejores colegios y universidades en Occidente. Se sofisticarán los chicos. Pero los actuales magnates son aun la primera generación, como la propia Rusia, fanfarrona. Y la Rusia nueva rica ve cómo el dinero viene y cómo se va. Han vivido muchos años con el petróleo a a más de 115 dólares. Hoy está a 80. Y Rusia vive de materias primas como cualquier país del tercer mundo. Da de comer a su población con los ingresos de materias. En realidad Rusia es Burkina Fasso con armas nucleares. Ahora dice no poder pagar a Fabio Capello, su jefe técnico. Quiso Rusia tener la mejor liga y la mejor selección y al mejor entrenador y el mejor campeonato del mundo para dentro de cuatro años. Y se gastó dinero sin fin y se hicieron inmensos planes. Pero la Rusia fanfarrona se ha metido, con el mayor fanfarrón de todos a la cabeza, en una guerra. Y el dinero es muy caprichoso. Y se gastó Putin decenas de miles de millones en hacer unos juegos olímpicos de invierno en unos montes subtropicales. Y hoy de repente no tienen míseros nueve o diez millones para ir pagando a su seleccionador. Cuando los rusos fuera tienen equipos enteros en las mejores ligas. Quizás Rusia, pensarán algunos, ha querido más de lo que es capaz. Y quien habla de fútbol habla de tierras, de vecinos y de guerras.

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