THE OBJECTIVE
Laura Calonge

La sociedad del cansancio

Cuando creíamos que lo habíamos visto todo ­-personas que se casan con perros, con su muñeca de silicona, o incluso con una pizza­-, nos llega el no va más desde Japón. El país donde se podían comprar bragas usadas en máquinas expendedoras, ahora ha lanzado las bodas sin novio. Bodas individuales, sí.

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La sociedad del cansancio

Cuando creíamos que lo habíamos visto todo ­-personas que se casan con perros, con su muñeca de silicona, o incluso con una pizza­-, nos llega el no va más desde Japón. El país donde se podían comprar bragas usadas en máquinas expendedoras, ahora ha lanzado las bodas sin novio. Bodas individuales, sí.

Está bien el invento: hombres que compran bragas a falta de tener a quién quitársela (o no) y mujeres que organizan boda en solitario a falta de novio. Que si a una le hace ilusión casarse, para qué esperar a encontrar pareja, o para qué conformarse con quedarse soltera. En Japón puedes contratar todo por el módico precio de 3.000 dólares, con los que la agencia te provee de todo lo que una novia puede necesitar: servicio de peluquería y estética, asesoramiento para comprar vestido, sesión fotográfica… Todo excepto el cónyuge.

Dado el grado de individualidad narcisista al que hemos llegado, lo extraño era que a nadie se le hubiera ocurrido antes. Desde que la cigüeña puede venir volando desde una clínica de reproducción asistida, ni siquiera es necesario encontrar pareja ni amante para ser mamá. Así las cosas, en esta sociedad donde tenemos tanto de todo, tan en abundancia, tan accesible como el mercadeo del ligue facilón, resulta que hay gente dispuesta a pagar sólo para vestirse de novia. Para hacer todo lo que requiere una boda, a la carta, pero sin el ingrediente más importante: el amor de otra persona.

El amor, señoras y señores, requiere esfuerzo y dedicación. Es gratis en dinero, pero no en tiempo. El exceso acaba trayéndonos la escasez, como afirma Byung­Chul Han, quien tan bien ha descrito la sociedad cansina que nos absorbe y satura, que agota el misterio del Eros: “El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir.”

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