THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

La última chorrada de Harvard

Aconsejamos vivamente al ilustre profesor de Harvard que aproveche el verano para ir a comer langostas a la costa de Maine y descansar, no sea que le estalle el cerebro de tanto pensar.

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La última chorrada de Harvard

Aconsejamos vivamente al ilustre profesor de Harvard que aproveche el verano para ir a comer langostas a la costa de Maine y descansar, no sea que le estalle el cerebro de tanto pensar.

Lo último que nos llega de Harvard es la afirmación del filósofo gringo Robert Schwartz de que el 90% de la población mundial no sabe pensar porque en la escuela del siglo XX sólo se ha “enseñado a memorizar”. Imagínense a esos 7000 millones de personas que pueblan el planeta corriendo como pollos sin cabeza de aquí para allá mientras recitan las tablas de multiplicar o la lista de los reyes godos y se harán una idea de lo que implica la última chorrada cocinada en las universidades americanas.

Schwartz supone que hay un método para “pensar” de manera “creativa y crítica” al margen de la pura memorización. Ya me gustaría ver cómo se las apaña un químico sin saberse la tabla periódica, aunque todos hemos visto “El profesor chiflado” de Jerry Lewis. Pero lo peor de todo es la sustancialización del pensamiento, y por ende, del cerebro, reduccionismo muy en boga entre la comunidad científica. Sustancialización que da por supuesto que se puede “pensar” al margen de una teoría de la ciencia o de un mapa del mundo filosófico, o incluso de la materia sobre la que se piensa. No utiliza los mismos métodos el biólogo, que tiene que pensar con células, tejidos, bacterias; que un geólogo, cuyo campo son los minerales, los estratos, etc.

Preguntamos al filósofo Schwartz si acaso es posible ponerse “creativo y crítico” en el mundo de la geometría, donde por ejemplo, el teorema de Tales establece de manera necesaria y no caprichosa (es decir, no dejada a la imaginación o “creatividad” del geómetra) que la hipotenusa de un triángulo tomada como el diámetro de un círculo lo hace siempre rectángulo.

Aconsejamos vivamente al ilustre profesor de Harvard que aproveche el verano para ir a comer langostas a la costa de Maine y descansar, no sea que le estalle el cerebro de tanto pensar.

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