THE OBJECTIVE
Irene Cacabelos

La última misión de Suárez

Ha tenido que morir un ex-presidente para volver a ver imágenes tan poco habituales como necesarias. Adolfo Suárez ha conseguido lo que parecía imposible: que al menos durante unos días, hayamos vuelto a escuchar palabras como unidad, consenso y concordia.

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La última misión de Suárez

Ha tenido que morir un ex-presidente para volver a ver imágenes tan poco habituales como necesarias. Adolfo Suárez ha conseguido lo que parecía imposible: que al menos durante unos días, hayamos vuelto a escuchar palabras como unidad, consenso y concordia.

Ha tenido que morir un ex-presidente para volver a ver imágenes tan poco habituales como necesarias. Adolfo Suárez ha conseguido lo que parecía imposible: que al menos durante unos días, hayamos vuelto a escuchar palabras como unidad, consenso y concordia. Capítulo aparte merecen algunos oportunistas que siempre ven en la disonancia el mejor altavoz para sus campañas, pero esa es otra historia. ?

Creo sinceramente que nos hacía falta este baño de nostalgia para darnos cuenta de lo mucho que hemos conseguido y, al mismo tiempo, para ser conscientes de lo todo lo que estamos dilapidando, sobre todo en la contienda política.

Los ciudadanos lo decían bien fuerte en las calles: «Aprended de él». Ahora sólo falta saber si el recado ha sido recibido o se ha quedado en el buzón de voz de los mensajes no escuchados.

Presiento que será lo segundo pero, al menos, nuestros representantes se han visto obligados a medirse en el rasero de la historia democrática. Claramente las nuevas generaciones pierden por goleada aunque muchos de los diputados en activo compartieron vivencias y espacio con el fallecido.

La imagen de Felipe González, Aznar y Zapatero en la escalinata del Congreso nada tiene que ver con la fotografía que ilustra esta columna. Eran otros tiempos, había mucho que hacer y el interés común todavía primaba sobre las rencillas y los egos personales.

Los tres ex-presidentes vivos estaban sin querer contemplando como será su propio funeral, al menos sobre el papel.
¿Qué estaría pasando por sus cabezas? ¿Cómo les despedirá su país el día que ya no estén? ¿Cómo serán recordados?

El tiempo tiene sus ventajas y al final suele diluir lo negativo y ensalzar el trabajo bien hecho. Seguro que ocurre lo mismo en su caso, aunque ninguno de ellos ha tenido que sacrificar tanto como Adolfo Suárez. Terminó su carrera política sin partido y eso ha sido en buena medida su mejor legado.

Antes gobernaban los políticos y ahora lo hacen las maquinarias de los partidos. Si alguno ha querido captar el mensaje, se ha oído alto y claro. Necesitamos más líderes y menos siglas.

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