La última vez
La última vez que aplauden, porque es la última vez que vienen. Durante dos años, llegarán negociadores para concretar el desenganche, pero venir como si estuvieran en su casa, ya no. Porque estarán en casa ajena.
La última vez que aplauden, porque es la última vez que vienen. Durante dos años, llegarán negociadores para concretar el desenganche, pero venir como si estuvieran en su casa, ya no. Porque estarán en casa ajena.
Es verdad que el referéndum, en teoría, es un triunfo de la democracia, pero cuando los que votan no se han enterado bien de lo que votan y, en consecuencia, de por qué votan, no me acaba de gustar.
En otra noticia de The Objective veo que hubo quienes no votaron porque se fueron al festival del Barro, que siempre ha sido muy divertido, pero que no condiciona el presente y el futuro de la gente como la decisión de quedarse en la Unión Europea o irse de ella.
No sé si cada vez tengo más manías o es que profundizo y enriquezco las que tengo. Una de ellas es la necesidad de tener criterio. Suelo decir que cuando algún político promete algo, siempre hay que hacerse dos preguntas: cuánto cuesta y de dónde sacaremos el dinero.
Alguien tenía que haber hecho campaña en el Reino Unido planteando esas dos preguntas. Los que se querían ir, por honradez y por seriedad; los que se querían quedar, también.
Tengo la impresión de que muy pocos se han hecho esas preguntas fundamentales.
Y ahora, todos, a aplaudir fuera, les ha dicho Juncker, muy cariñoso y muy sonriente y muy en su papel de presidente de la Unión Europea.
Están recogiendo firmas para otro referéndum. No me parece serio. Como si fueran haciendo referéndums hasta que salga que se quieren quedar.
Y cuando salga, a repetir lo del triunfo de la democracia.
