THE OBJECTIVE
Paco Segarra

La venganza de Obama

La II Guerra Fría terminará con uno de los dos imperios destrozado. Así fue con las Guerra Púnicas. Que, hoy, Cartago sea Moscú o Washington lo dejo al gusto del lector. Para mí, la tercera Roma es Rusia.

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La venganza de Obama

La II Guerra Fría terminará con uno de los dos imperios destrozado. Así fue con las Guerra Púnicas. Que, hoy, Cartago sea Moscú o Washington lo dejo al gusto del lector. Para mí, la tercera Roma es Rusia.

Michael Burleigh, el historiador británico del «realismo escéptico», sostiene en su libro sobre la II Guerra Mundial «Moral Combat» que no parecía muy moral aliarse con un genocida como Stalin para combatir a un genocida como Hitler. Resultó evidente que a Churchill, Roosevelt y Truman tal consideración les importó lo mismo que le importa a un abortista la vida humana. O sea, nada.

A los yanquis, a los ingleses y a los masones de Bruselas les importa muy poco aliarse con fundamentalistas islámicos o con dictadores militares de cualquier pelaje con tal de llevar a cabo tropelías a las que bautizan con nombres tan poéticos como «Primavera Árabe». El caso es quedarse con el petróleo libio o iraquí, dejar a los vecinos de Israel en estado postración o vengarse de su derrota ante Putin frente a las costas sirias. El nuevo zar paró la invasión yanqui contra el régimen de Asad, pero el imperio no ha tardado en responder incendiando Ucrania y llevando a la antesala de Moscú, el Dnieper, el peligro de una guerra civil. «Putin’s Inferno» titula ese esbirro mediático del Sistema que se llama -no podía tener otro nombre- «The Economist». Los que han echado a Yanukovich necesitan que inventemos un nuevo calificativo: lo de fascistas, según mi amigo Carlos Esteban, suena a broma con estos bestias.

Rusia reaccionará, estén seguros. Ningún estado, salvo esta España rota, puede permitirse tener sus fronteras interiores tan desestabilizadas. Asistiremos a una II Guerra Fría. Ya ha comenzado. Como la historia siempre se repite, la II Guerra Fría terminará con uno de los dos imperios destrozado. Así fue con las Guerra Púnicas. «Carthago delenda est», sentenciaba Catón el Viejo. Que, hoy, Cartago sea Moscú o Washington lo dejo al gusto del lector. Para mí, la tercera Roma es Rusia. Ya saben de qué lado estoy.

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