THE OBJECTIVE
Fernando Garcia Iglesias

Las ballenas del Sahara

El Sahara era un vergel. La inmensa mancha blanca y amarilla que vemos en los mapas cubriendo buena parte del continente africano era, en otros tiempos, verde y llena de vida.

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El Sahara era un vergel. La inmensa mancha blanca y amarilla que vemos en los mapas cubriendo buena parte del continente africano era, en otros tiempos, verde y llena de vida.

El Sahara era un vergel. La inmensa mancha blanca y amarilla que vemos en los mapas cubriendo buena parte del continente africano era, en otros tiempos, verde y llena de vida. Antes, incluso, el océano cubría buena parte de lo que ahora no es más que un mar de arena. A poco más de cien millas de El Cairo, en la esquina noreste del desierto, hay, por increíble que parezca, un cementerio de ballenas: Wadi Al-Hitan. Como una instantánea de lo que fue, los esqueletos de ballenas primitivas yacen en la arena tostada por un Sol que no siempre azotó esa zona con la misma fuerza. Los numerosos restos de crías de ballenas hacen sospechar que el cementerio fue otrora una guardería, con aguas ricas en nutrientes y no excesivamente profundas, perfectas para criar a los ballenatos. Las tierras se movieron y el océano dejó paso a la sabana, hace 3 millones de años. 

Más al Sur, en la remota frontera entre Egipto y Libia, en un terreno de difícil acceso y constantemente castigado por el Sol, hay otra de las paradojas del Sahara: la Cueva de los Nadadores. En un lugar rodeado de dunas, inerte, calcinado, donde la vida es prácticamente inexistente, hay pinturas rupestres de jirafas y elefantes, de cazadores, de figuras humanas nadando. El asombro en los ojos del explorador László Almásy cuando descubrió los grabados a principios de los años 30 debió de ser mayúsculo. Ahora sabemos que la Tierra gira oscilante a través del tiempo, como una peonza en desequilibrio, y esos cambios han convertido los fértiles campos del Norte de África en tierras baldías de ahora que nos parecen inmutables. Pero llegará un momento, lejano para nosotros, pero un pestañeo en el ciclo de nuestro planeta, en el que las dunas muertas serán bañadas de nuevo por los monzones africanos, el verde cubrirá de nuevo el desierto y el Sahara volverá a florecer como el vergel que fue tantas y tantas veces.

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