THE OBJECTIVE
Joaquín Jesús Sánchez

Las cosas claras

«Echo de menos la época en que los usureros tenían la piel cerúlea y una apariencia mefistofélica y los curas amenazaban con el infierno»

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Las cosas claras

ALVARO BARRIENTOS | AP Photo

Tuve un compañero de clase que, cuando la vida le ponía delante a un hijoputa sin disimulos, se consolaba diciendo: por lo menos, va de cara. Creo que esa honestidad es la única virtud que se puede admirar en un villano. Te querrá sacar los higadillos, pero no te toma por idiota.

Como cada año, una conocida marca de chóped ha sacado su anuncio de navidad con moralina. Que la industria cárnica de los ultraprocesados, con sus admirables condiciones laborales y sus pequeños escándalos veterinarios, venga a contarme monsergas me irrita un poco. Dígame que su fiambre es buenísimo, el tipín que se me va a quedar si me como su mortadela o que mire qué barato vende usted, pero esa filosofía de sobrecito de azúcar cuéntesela usted a su madre.

No son los únicos. Los banqueros llevan algún tiempo disimulando el hilillo de sangre que les baja por los colmillos con la ayuda de algunos intelectuales que van a sus conversaciones a contar milongas. Chorradas pseudoprofundas con una magnífica rentabilidad a corto plazo. De cuando en cuando se topa uno con un anuncio en el que algún sacamantecas sonriente te quiere dar un crédito para cumplir tus sueños (y para que pagues puntualmente los intereses). Hasta el papa se ha apuntado a compadrear. Que si él no es nadie para juzgar a los homosexuales, que si las mujeres deben tener un papel más protagonista en la Iglesia. Cambios doctrinales pocos, sonrisas las que quiera.

Echo de menos la época en que los usureros tenían la piel cerúlea y una apariencia mefistofélica y los curas amenazaban con el infierno. Imagino que la querencia de las agencias de comunicación por el paternalismo emocional confirma la completa instauración del capitalismo sentimental. Lo que nos faltaba. Menos mal que en mitad de toda esta ponzoña de judas disfrazados de buenos samaritanos nos ha nacido un redentor. «De mi casa nadie se va con más droga de la que llevó», declaró el otro día Rafael Amargo a su salida de los juzgados de Plaza de Castilla. Artista, viva tú.

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