THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

Las formas y el fondo

En la era en que la palabra bien escrita y el telefonazo para charlar con los amigos han sido sustituidos por el rápido SMS, es probable que suenen a superfluas las viejas reglas que distinguían a la persona educada de la que no

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Las formas y el fondo

En la era en que la palabra bien escrita y el telefonazo para charlar con los amigos han sido sustituidos por el rápido SMS, es probable que suenen a superfluas las viejas reglas que distinguían a la persona educada de la que no

En esta misma página, tan variada e interesante, detecté ayer una falta de ortografía y otra de sintaxis, muy vistosas ambas. (Se dice el pecado, no el pecador, pero vaya una pista: un sobretodo es, sobre todo, una prenda de abrigo). Lo que sucede es que me barrunto que yo soy ya de los últimos que se fijan en esas cosas. Me consta que soy el único, donde trabajo, que se pasa el tiempo mandando correos electrónicos a la Redacción, dando la tabarra con todo tipo de erratas y gazapos. En la era en que la palabra bien escrita e incluso el viejo telefonazo para charlar con los amigos han sido sustituidos por el rápido SMS con KE HCS TIO?, es probable que suenen a superfluas y hasta ininteligibles aquellas viejas reglas que distinguían a la persona educada de la que no.

Y, sin embargo, al igual que en la democracia liberal las formas son tan importantes como el fondo, las reglas –de ortografía, de urbanidad- son las que sirven para imponer una disciplina a nuestro cerebro y a nuestro comportamiento. La disciplina forma inextricablemente parte de la civilización. Sobre todo la disciplina que nos enseñan las reglas de lenguaje o de convivencia, tan casposas hoy para algunos: no se trata en absoluto de la férrea disciplina impuesta por la fuerza, sino de esas formas que acaban moldeando nuestra personalidad, nuestra actitud ante la vida. En una era de fulgurantes avances tecnológicos, la falta de autodisciplina, el desdén por las pequeñas normas comunes que son el tejido de la cultura, me parecen de bastante mal augurio para los próximos años, para que el progreso de las máquinas no se vea contrarrestado por la creciente burricie de los seres humanos. Y esa perspectiva –nos damos cuenta muchos, pero no los suficientes- es bastante realista. Y triste.

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