THE OBJECTIVE
David Mejía

Lecciones pandémicas

«La pandemia ha demostrado que hay que invertir en políticos y ciudadanos maduros, responsables y solidarios»

Opinión
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Lecciones pandémicas

El gobierno de España ha desaprovechado la ocasión de poner en práctica el alarmismo que llevaba tanto tiempo cultivando. Tras protegernos durante meses de amenazas como la momia de Franco o los micromachismos del Museo del Prado, hemos contemplado con tristeza cómo se deshacía como un azucarillo en el agua de los problemas reales. Ante la crisis del coronavirus, el Ejecutivo ha descubierto que ni las recetas del propagandista Redondo ni los discursos hueros sirven para responder a las necesidades de los ciudadanos.

Después de pasar semanas escondido tras Fernando Simón, el genio despistado, el presidente Sánchez anunció ayer que el Consejo de ministros decretará hoy el Estado de alarma. Es una buena noticia: es hora de pasar de las recomendaciones a las medidas. No obstante, parece que el Presidente toma esta decisión superado por las circunstancias, arrastrado por los acontecimientos, sin estrategia ni concreción alguna. La pandemia ha colocado frente al espejo al Gobierno y a toda la sociedad española; ojalá nos sirva para aprender algunas lecciones de cara a un futuro cada vez más incierto.

Mi primer reproche es que el gobierno podría haber reivindicado, por una vez, una izquierda adulta, alejada de las guerrillas culturales, denunciando las insuficiencias de la mano invisible, poniendo en valor los beneficios de la planificación o limitando el oportunismo abusivo mediante la intervención de sectores clave. Asimismo, debió marchar al frente, y no a remolque, de las Comunidades Autónomas en la implementación de medidas extraordinarias. Sin duda, como se ha repetido estos días, esta crisis pone de relieve la importancia de tener un sistema público de salud de excelencia, pero también revela que es imprescindible contar con servidores públicos comprometidos, formados y responsables. Los chistes sobre la ignorancia y la superficialidad del Gobierno, o sobre los nombramientos políticos de cuadros medios, otrora ocupados por funcionarios técnicamente cualificados, han perdido la gracia.

Y lo que acompaña a la irresponsabilidad política es la complacencia de una esfera de opinión pública servil, cuyo acto de mayor gallardía ha sido añadir a su perfil de Twitter el emoticono de unas manitas junto a la leyenda “Wash your hands”. No satisfechos con eso, muchos han culpado al PP y sus recortes sanitarios de la dificultad para contener el virus en la Comunidad de Madrid. Lo cual nos lleva a una conclusión divertida: el gobierno de España fue doblemente insensato: no sólo permitió la manifestación del 8M en Madrid, ¡sino que lo hizo sabiendo que la sanidad madrileña estaba desbaratada! El argumento de la precariedad de la sanidad pública post-PP convive alegremente con el que dice que tenemos la mejor sanidad del mundo. Otra lección de la pandemia: necesitamos una esfera pública comprometida con la verdad, dispuesta a auditar al poder.

Por último, es necesario que los ciudadanos nos miremos al espejo: es momento de sobreponerse a la desventaja cultural de ser una sociedad individualista, pero gregaria; de pensar en el bien común y atrevernos a pasar una temporada solos. Además, confío en que ahora que hemos experimentado en su milésima expresión algo parecido al miedo, se despierte en nosotros cierta solidaridad hacia todos aquellos que nadan hacia nosotros, huyendo de la guerra y del hambre. La pandemia, en efecto, ha confirmado que es importante invertir en una sanidad pública de calidad. Pero por encima de todo ha demostrado que hay que invertir en políticos y ciudadanos maduros, responsables y solidarios.

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