THE OBJECTIVE
Jose Maria Inigo

Levántate y anda

En la calle, lo de siempre. Las radios anunciaban esta mañana de que una de cada cuatro familias está en el umbral de la pobreza.

Opinión
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En la calle, lo de siempre. Las radios anunciaban esta mañana de que una de cada cuatro familias está en el umbral de la pobreza.

Mientras media España espera con asombro la fotografía de Isabel Pantoja entando en la cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaira, la otra media se lleva las manos a la cabeza ante el acojone de los fiscales catalanes que no han tenido aquello que hay que tener para llevar adelante las querellas anunciadas contra Artur Más y compañía. Y por si fuera poco, agoniza a la sombra de la Giralda la Duquesa de Alba con sus hijos alrededor del lecho ducal y una nube de paparazzi a las puertas del palacio de la alberga esperando la triste noticia. Son días de mucho ajetreo en las redacciones de los periódicos.

En la calle, lo de siempre. Las radios anunciaban esta mañana de que una de cada cuatro familias está en el umbral de la pobreza. El paro no cesa mientras Rajoy recibe parabienes internacionales por lo bien que va nuestra economía. Y las calles, como haciendo caso omiso de los rigores de la crisis, del paro y la estrecheces que está pasando la gente, se visten de alegría navideña con todo lujo de luces de colores. Como si no pasara nada. Para fiestas estamos.

Bueno y esto ¿hasta cuándo? En la tele los políticos del gobierno y afines no cesan de proclamar a los cuatro vientos lo de que la crisis está vencida, pero cuando hablas con ellos a título personal, sin oficialidades, no tienen apuro en confesar de que “esto va para lejos, para muy lejos”. Vamos que otros diez años así no nos lo quita nadie. Horrible panorama en lontananza.

Claro que si uno tiene la maña tentación de leer el periódico o emplear unos minutos en contemplar las fotos de The Objective, y ver cómo se las gastan en otros países del mundo, esto nuestro no es nada, es una fiesta. Así que no nos queda más remedio que el pataleo, el lloro y la desesperanza. Pero después de las lágrimas, y echar cuatro juramentos al aire, hay que ponerse manos a la obra y tratar, como en años de la posguerra, de buscarse la vida como sea. Nadie va a llamar a nuestra puerta para echarnos una mano. O espabilas o te espabilan, así que… levántate y anda.

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