THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Levedad y peso en la política

«No podemos decir, como escribió Milan Kundera, que nuestra democracia ha sido ‘secuestrada’ durante el estado de alarma, pero sí que se han acelerado algunas tendencias»

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Levedad y peso en la política

El espectáculo de la política española, unas veces dramático y otras grotesco, es la perpetua emisión de un show telepatético. Esta crisis está revelando que la pesadez, la inercia de nuestra política supone un obstáculo para la toma de decisiones consensuadas y un deterioro para nuestra democracia. La banda sonora de fondo es la Danza de los Caballeros de Sergei Prokofiev; nuestros políticos se mueven al son de la danza política del confrontamiento, propia de una cultura política schmittiana, cada vez más polarizada.

El interrogante de Parménides: “¿Qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?” llevó a Milan Kundera a escribir La insoportable levedad del ser, una amarga constatación de la condición de opresión comunista durante la Primavera de Praga. La publicación de un artículo haciendo una analogía de la tragedia de Praga con la tragedia griega de Edipo rey provoca la persecución del protagonista, que se niega a retractarse y pierde su estatus social. El “peso del vivir” en Kundera está en toda forma de constricción; constricciones públicas y privadas, y entre las primeras se hallan los recortes a las libertades y derechos individuales que promovieron las ideologías del corto siglo XX.

Italo Calvino creía que si hubiera que escoger un símbolo propicio para asomarnos al nuevo milenio, utilizaría “el ágil salto repentino del poeta filósofo que se alza sobre la pesadez del mundo”. La pesadez, lo que muchos consideran “la vitalidad de los tiempos”, es para Calvino “ruidosa, agresiva, rabiosa y atronadora, pertenece al reino de la muerte, como un cementerio de automóviles herrumbrosos”. Solo la levedad de pensamiento, el pragmatismo y la “desmitificacion» colectiva pueden aliviar la pesadez. Necesitamos líderes capaces de modificar la dinámica de la polarización, abandonar ese aire entre grave y quejumbroso que conduce a la vulgarización. Sin embargo, hay estudios y casos, como el de la República de Weimar, que demuestran que ante la percepción de amenaza o crisis los ciudadanos se lanzan a los brazos de un líder populista, y lo que es peor, están más predispuestos a sacrificar ciertas libertades individuales.

Muchos tendemos a creer que las democracias mueren a manos de hombres armados, pensamos en el trágico destino de la Praga de Kundera, en tanques y uniformes. Pero, sobre todo desde el fin de la Guerra Fría, las democracias mueren por el deterioro de los intangibles; empiezan a erosionarse lentamente, a pasos apenas perceptibles. Las democracias liberales llevan perdiendo fuerza desde hace unos años, tras la llegada al poder de líderes populistas. La tendencia de estos liderazgos fuertes, una vez que llegan al poder, es limitar los derechos de la oposición, revertir la separación de poderes y la independencia judicial además de recortar libertades individuales.

En España, una democracia plena según todos los rankings internacionales, no estamos libres de problemas. Como señala el V-Dem Institute, en los últimos diez años, los políticos se han vuelto cada vez menos tolerantes, ya no respetan los argumentos y contraargumentos en el debate parlamentario. Esto ha creado una nueva dinámica del nosotros contra ellos; un proceso de polarización top-down en el que la “lógica” del amigo/enemigo que rige la política se extiende a todos los ámbitos de la vida. El respeto a los contra-argumentos es un buen termómetro para medir la calidad de la democracia: cuando los líderes no creen que sus opositores políticos son legítimos y merecen el mismo respeto es probable que se adhieran menos a las “reglas democráticas” para preservar su cuota de poder, y aquí es donde los derechos y libertades pueden entrar en terreno resbaladizo.

En España además hay que hablar de brecha ideológica. Un aspecto que parece contribuir a la polarización ideológica en nuestro país es el populismo, que elabora narraciones sacralizadas y mitos potentes. El carácter grave, la pesadez de esta retórica debe empezar a analizarse como riesgo político, pues ya está conduciendo a la ideologización en las políticas económicas relativas a la gestión de la crisis y a un deterioro político e institucional. No podemos decir, como escribió Milan Kundera, que nuestra democracia ha sido “secuestrada” durante el estado de alarma, pero sí que se han acelerado algunas tendencias; se ha vuelto un tanto anómala, pesada como una losa.

Desde un punto de vista más pragmático, como resultado de la polarización y las agendas populistas, las medidas para paliar esta crisis podrían ser disfuncionales. Quizás solo la Unión Europea nos podrá ayudar a salir de la “era premoderna” en la que viven algunos de nuestros políticos. Esta ideologización de la política española impide el pragmatismo necesario para apostar por soluciones intermedias ante la crisis, que beneficien al conjunto de la ciudadanía. La levedad, al contrario que la pesadez, puede admitir matices y facilita el entendimiento, es una virtud propia de sociedades plurales y diversas. Es una modesta, pero acertada propuesta ante los retos de la “nueva política”, que puede frenar la implementación de agendas populistas.

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