Libertad de pago
Como todos sabéis, en Stoke Gifford hay un parque, Little Stoke. La gente del pueblo va allí los domingos. Y corre. Como si fuera suyo.
Como todos sabéis, en Stoke Gifford hay un parque, Little Stoke. La gente del pueblo va allí los domingos. Y corre. Como si fuera suyo.
Pero no lo es. El Ayuntamiento ha decidido que hay que pagar por correr. No sé si la gente sigue yendo o se ha declarado en huelga de piernas caídas.
Me gusta la libertad. Correr cuando me apetece y no correr cuando no me apetece. Andar despacio cuando quiero y no andar cuando no quiero. Y, como es natural, me molesta que no me dejen hacer lo que quiera o que me lo dejen hacer si pago.
Puede parecer una tontería. Quizá lo es. Pero creo que hay cosas muy serias que no se pueden/deben tocar. No es cuestión de correr o no correr, de andar o no andar. Es algo mucho más importante. Estamos hablando de libertad, o sea, de la «facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, o de no obrar, siendo en cualquier caso responsable de sus actos».
Dicen que la libertad de una persona acaba allí donde empieza la libertad de otra. Pero si corres por un parque público no parece que te metes en la libertad del prójimo. Visto desde aquí, me da la impresión de que al Ayuntamiento no le salen las cuentas y ha decidido que entren libras como sea.
Y si hay que pisotear la libertad, se pisotea. Que donde haya unas cuentas que cuadren, que se quite todo lo demás.
