THE OBJECTIVE
Fernando L. Quintela

“Libre”, por ejemplo

Este tipo de confesiones no son como las de Pujol, confesiones exculpatorias y dirigidas a desviar las atención de las autoridades. Se trata de algo mucho más espiritual, más profundo.

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Este tipo de confesiones no son como las de Pujol, confesiones exculpatorias y dirigidas a desviar las atención de las autoridades. Se trata de algo mucho más espiritual, más profundo.

Este tipo de confesiones no son como las de Pujol, confesiones exculpatorias y dirigidas a desviar las atención de las autoridades. Se trata de algo mucho más espiritual, más profundo. Hablamos de reconocer y aceptar la culpa sobre asuntos que pertenecen a lo más íntimo de cada uno de nosotros. De la conciencia. ¿Se imagina usted a Jordi Pujol contestando ante Dios las preguntas que no quiso contestar en el Parlament? 

Quizá detrás de alguno de estos confesionarios se esconda algún guardián del secreto más buscado, pero su obligación es mantenerlo ahí. Secreto de Confesión. Pero no lo creo, en estos tiempo de filtraciones y mentiras no se arriesgaría ni el “venerable”,a pesar de su edad, a torcer su brazo ante un Ministro, aunque este venga del cielo.

Yo a lo mío, a contar mi experiencia con las confesiones. En 1983 tuve un encontronazo con el cura que me iba a preparar para mi Confirmación. Cuando llegó el día de hablar de la Confesión nos dijo que él no lo veía necesario. “Es suficiente con el arrepentimiento sincero”, vomitó aquél cura al que llamábamos “la pantera rosa” por su estilizada y larguirucha figura. Y a nosotros, niños sin la menor idea, nos convino aquello de no verbalizar lo que entonces considerábamos nuestros pecados.

Dejé pasar los años, y no me volví a confesar hasta que un día lo necesité, por un impulso del corazón después de la muerte de un amigo. Consideraba que no había sido justo con él en algún momento de su vida y sentí la obligación de exorcizar ese sentimiento. 

Busqué una Parroquia que estuviera abierta y me fui directamente a hablar con el Párroco. “Verá usted, llevo veintipico años sin confesarme y necesito hacerlo”, le dije un día cualquiera sobre la una y media de la tarde. Este cura se me cabreó y trató de echarme la bronca. “Y después de tantos años viene usted con prisas. ¿Ha hecho usted algo tan grave como para tener que confesarle ahora?”, me dijo elevando la voz en la Sacristía. “Pues no he matado a nadie si es lo que pregunta”, le contesté. “Entonces vuelva a las cinco de esta tarde”. Se dio media vuelta y se fue. 

Me fui. A otra Parroquia. Y esta vez me atendió un cura mayor, estirado en la forma, nervioso y delgado como una vara de avellano. Cuando llevaba 15 minutos de conversación con él me paró en seco y me dijo “vamos a hacerlo más fácil. Piense usted que yo tengo 80 años y por el hecho de ser cura no vaya a pensar que soy un Santo. Así que no siga, le voy a dar la absolución y le voy a poner su penitencia”. Sorprendido, sin haber podido hablar de todo lo que me hubiera gustado, me dio la absolución y me preguntó:

-“¿Le gusta cantar?”

– “Pues no es que se me de muy bien Padre”, le respondí.

– “Conoce alguna canción de Nino Bravo?”, siguió.

– “Pues sí, quién no conoce a Nino Bravo”, continué yo.

– “Hala, pues cada mañana cuando se levante, cante una de sus canciones porque son alegres y eso es lo que necesita usted, alegría. Puede irse en paz”, sentenció.

Y ahora, recordando a aquellos curas, sobre todo a este último, pienso que quizá alguno de estos sacerdotes podría haber recibido una confesión entera y verdadera sabiendo el declarante que como penitencia se pueden encontrar con una canción. ¿Se imaginan a Jordi Pujol cantando cada mañana una canción de Nino Bravo? “Libre”, por ejemplo.

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