THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

Lo de 'Pepu' define a Sánchez

Este cronista ha frecuentado muy poco, por no decir nada, a la actual generación de políticos que ocupan las portadas de los medios españoles en 2019. Pero el pluriempleo periodístico y la afición deportiva le llevó antaño a conocer a José Vicente Hernández, Pepu para todo el mundo, en los momentos que lo convirtieron en un personaje nacional tras llevar a un grupo de chavales a conquistar en 2006 el Mundial de baloncesto, proeza que no volverán probablemente a contemplar nuestros ojos ni los de nuestros hijos.

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Lo de ‘Pepu’ define a Sánchez

Este cronista ha frecuentado muy poco, por no decir nada, a la actual generación de políticos que ocupan las portadas de los medios españoles en 2019. Pero el pluriempleo periodístico y la afición deportiva le llevó antaño a conocer a José Vicente Hernández, Pepu para todo el mundo, en los momentos que lo convirtieron en un personaje nacional tras llevar a un grupo de chavales a conquistar en 2006 el Mundial de baloncesto, proeza que no volverán probablemente a contemplar nuestros ojos ni los de nuestros hijos.

Pepu Hernández es una persona cabal, un buen analista de baloncesto –lo sigue haciendo de vez en cuando en televisión para Mediaset– y, por lo que se ve, un buen hombre de negocios que supo monetizar su fama deportiva en el circuito de las conferencias y cursillos. Dicho eso, carece de la menor experiencia en la gestión de la cosa pública –sin entrar siquiera en la discusión en curso sobre sus prácticas fiscales– como para ser el candidato del PSOE a la alcaldía de la capital de España. Pero, por lo menos a la hora de redactar estas líneas, lo es.

Todo este asunto dice mucho más de Pedro Sánchez, su jefe y valedor, que de Hernández, del que pronto han salido a relucir desde sus pasados piropos al PP hasta lo de su sociedad interpuesta. Sánchez ha dado una vez más, y ésta ya sobrepasa todos los límites y enciende todas las alarmas, prueba de la absoluta superficialidad e irresponsabilidad con las que nombra a sus más destacados colaboradores, con ese Gobierno en entredicho constante y dando la impresión de que juega ciegamente con los intereses de un país plagado de problemas, apoyándose a diario en los creadores y promotores de esos problemas, desde la extrema izquierda hasta el separatismo militante.

El estrambótico episodio encierra una ironía añadida. Sánchez estuvo a las órdenes de Hernández cuando éste entrenaba al equipo juvenil del Estudiantes madrileño a finales de los años 80, y por tanto Pepu debe conocer su carácter. Pues bien, quienes fueron coetáneos de Sánchez en el club del Instituto Ramiro de Maeztu afirman que éste sólo parecía estar en el equipo porque era muy alto y le habían incitado a formar parte de él, pero que siempre fue su miembro más abúlico, menos entusiasta, más reacio al esfuerzo y a los entrenamientos. Todo un anticipo de sus posteriores virtudes políticas…

Pepu debería habérselo pensado mejor antes de aceptar. Pero, claro, podrá argumentar que también Manuela Carmena aceptó un encargo similar, y miren lo bien que le ha ido.
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