THE OBJECTIVE
Juanjo de la Iglesia

Los chamanes de occidente

¿Son los mismos mecanismos que hacen –es un ejemplo- que miles de personas de nuestro entorno obedezcan a pies juntillas los consejos de los autodenominados “videntes”? Me refiero a esos pintorescos practicantes de las más variadas artes adivinatorias, que cobran dinerales por dar vagos consejos a los incautos que pagan por ellos…

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Los chamanes de occidente

¿Son los mismos mecanismos que hacen –es un ejemplo- que miles de personas de nuestro entorno obedezcan a pies juntillas los consejos de los autodenominados “videntes”? Me refiero a esos pintorescos practicantes de las más variadas artes adivinatorias, que cobran dinerales por dar vagos consejos a los incautos que pagan por ellos…

A raíz de esta noticia, terrible y quizá algo truculenta, reflexiono sobre los mecanismos que pueden conducir a alguien a obedecer a un chamán que le ordena degollar a un niño, para ahuyentar un mal espíritu que “reclama carne humana”.

¿Son los mismos mecanismos que hacen –es un ejemplo- que miles de personas de nuestro entorno obedezcan a pies juntillas los consejos de los autodenominados “videntes”? Me refiero a esos pintorescos practicantes de las más variadas artes adivinatorias, que cobran dinerales por dar vagos consejos a los incautos que pagan por ellos… A primera vista, puede parecer exagerado decir que una y otra cosa son comparables. Al fin y al cabo ¿qué mal puede hacer que alguien crea en los horóscopos o en las cartas del Tarot?… Sin embargo, si pensamos en las personas que abandonan sus tratamientos médicos -es otro ejemplo- , y los sustituyen por tratamientos sin ninguna eficacia probada científicamente, o si recordamos que hay personas que se ponen en peligro, a ellos mismos o a sus hijos menores de edad, porque se niegan a recibir transfusiones de sangre a causa de una prohibición religiosa, quizá la asociación de ideas no nos parezca tan exagerada. En ambos casos –y desgraciadamente en muchos más- el resultado puede ser la muerte. Una muerte absurda, cuya única causa es la superstición.

Y la cosa es que existen exactamente los mismos motivos para hacer caso a un fulano que afirma que existen espíritus que se aplacan con carne humana, que para pensar que el destino puede leerse en las estrellas, que el zumo de limón con bicarbonato es más eficaz contra el cáncer que la quimioterapia, o que se debe impedir la vacunación de los niños: ninguno.

La superstición es un camino oscuro que no conduce a parte alguna.

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