THE OBJECTIVE
Sara Montero Minguez

Los extranjeros que sí queremos

Los muertos de las guerras valen más que los del hambre. La larga letanía de la miseria forma parte de lo monótono y lo cotidiano, mientras los conflictos tienen siempre un punto efectista y artificioso, aunque sean tan frecuentes en algunas zonas como los estómagos vacíos.

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Los extranjeros que sí queremos

Los muertos de las guerras valen más que los del hambre. La larga letanía de la miseria forma parte de lo monótono y lo cotidiano, mientras los conflictos tienen siempre un punto efectista y artificioso, aunque sean tan frecuentes en algunas zonas como los estómagos vacíos.

Los muertos de las guerras valen más que los del hambre. La larga letanía de la miseria forma parte de lo monótono y lo cotidiano, mientras los conflictos tienen siempre un punto efectista y artificioso, aunque sean tan frecuentes en algunas zonas como los estómagos vacíos.

Ayer la directora general de Política Interior del Ministerio del Interior, Cristina Díaz, confesó que su departamento está iniciando una campaña informativa sobre las bondades de ser refugiado en nuestro país (como la tarjeta de residencia durante cinco años o la asistencia sanitaria) para que los inmigrantes sirios pidan asilo en España. Durante su visita a Melilla, Díaz confesó que estas personas no se quedan… porque no quieren. Según sus palabras, de las 1.300 personas acogidas en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, 624 son sirios y solo dos familias pidieron asilo en nuestro país porque “su objetivo es ir a otros países de Europa como Alemania o Suecia”. Quieren trabajo y quieren derechos, un discurso que no nos es tan lejano a los españoles. El titular son los 624 sirios, pero ¿qué ocurre con los 676 que no lo son?

No importa que también huyan de la pobreza y la inseguridad. Ni que la palabra que resuma la huida de cualquier conflicto sea siempre la misma: el miedo. Unos tendrán el dudoso honor de ser “refugiados” y otros de ser “inmigrantes”, aunque ambos se sientan (por un motivo u otro) expatriados.

“Inmigrantes”, “extranjeros”, “subsaharianos” y todo tipo de gentilicios africanos compondrán el resto de ese grupo que parece no tener una entidad propia en este anuncio institucional. El conflicto de Mali no sale en los informativos. La de Siria ya casi tampoco. Se llamen como se llamen siempre son “los otros”. Cualquiera que sea periodista comprende la importancia de buscar sinónimos para no repetirse al redactar una noticia. Pocas veces “inmigrante” se ve sustituido por “persona” en un texto de agencia. No importa que en Mali también haya guerra (menos mediatizada e internacionalizada que la de Siria), ni en Guinea combatan contra la pobreza. Cristina Díaz no parece tener un estatuto especial para ellos. También es curioso que para vaciar los CETI de residentes se use el verbo “descongestionar” o “aliviar”. El mismo que se utiliza en los anuncios de las gripes en pleno enero.

Es extraño pensar que el término que se emplea como sinónimos de “asilo” para los sirios es la misma que aparece en los titulares cuando la malla anti-trepa no deja escalar a cada uno de los cientos de subsaharianos que huyen cada día de la miseria. Así de relativo y de perverso es el “éxito”, dependiendo de quien lo alcance. El pánico no tiene nombres, pero sí pasaporte. Por mucho que se empeñen, no se le puede poner puertas al hambre.

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