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Nuria Val

Los Oscar de la política

La buena y la mala política también debería premiarse con un Oscar o Razzie, respectivamente

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Los Oscar de la política

Las películas nominadas a los Oscar este año han generado mucho debate social tanto dentro como fuera de las salas de cine. La lucha de clases, el racismo, la violencia o la política son algunos de los temas que nos hacen ver lo mucho o poco que hemos cambiado como sociedad. La realidad social va muy por delante de las reglas con que tratamos de ordenarla. Y de ahí que determinadas actitudes y medidas sean llevadas al cine y premiadas o atacadas por la crítica. La buena y la mala política también debería premiarse con un Oscar o Razzie, respectivamente.

El Gobierno sacó pecho por trabajar este sábado, incumpliendo la racionalización de horarios que la coalición promete aplicar para mejorar nuestra vida. Con varios anuncios y muchos tuits, Pedro Sánchez reunió este sábado a sus ministros en la finca toledana de Quintos de Mora. El presidente aprovechó esta jornada de convivencias en el famoso rancho de Aznar para engrasar la relación política y personal con los ministros de Podemos. Como en Historia de un matrimonio, los protagonistas Sánchez-Iglesias han pasado de no poder dormir por la noche a compartir techo y Gobierno.

A diferencia de Scarlett Johanson y Adam Driver, el dúo Sánchez-Iglesias se divorció antes de casarse, pasando del “no me fío de Pedro” a compartir “un proyecto ilusionante”. El encuentro terminó con el anuncio de la puesta en marcha de un calendario político “de gran intensidad” y la mayor coordinación entre los equipos, así como mejor comunicación, tras los fallos de estas últimas semanas.

Iglesias bien podría ser Frank, el protagonista de El irlandés. La evolución de Frank es imparable, como la de Iglesias. Un profesor de universidad que prometió terminar con el sistema de privilegios políticos a integrarse de la noche a la mañana dentro de lo que él denominaba «casta». En la carátula figuraría su imagen en la Puerta del Sol el 15M y una actual, montándose en el coche oficial. Revisen la hemeroteca, ahí están. Mientras, en Podemos continúan con el dilema de agitar las calles contra el Gobierno del que ellos mismos forman parte.

Los morados se ponen de perfil sobre el caso Ábalos. Pedro y Pablo no saben/no contestan sobre las numerosas versiones del ministro, ni cómo pudo bajar del avión la vice de Maduro. Las escaleras del Joker comparten protagonismo con las del avión que llevaba a Delcy. Según las fuentes consultadas, la visita de Zapatero a Maduro y a su vicepresidenta ha sido la gota que ha colmado el vaso entre algunos ministros. Su malestar fue palpable por otros compañeros y el Ejecutivo enseguida salió de su retiro para comunicar que no tenía nada que ver en esto. En Moncloa ya tienen hilvanadas las explicaciones para hacer frente este miércoles a la sesión de control al Gobierno.

En otro frente, la película de Sam Mendes, 1917, nos hace partícipes de una guerra que sabemos cómo va a terminar. Casi lo mismo sucede con Cataluña cuando observamos las cesiones de Sánchez a los independentistas. Cabe preguntarse que, más allá de entronizarle en La Moncloa por parte de ERC, no hemos visto ningún gesto ni contrapartida fuera de su posición.

La esencia del poder es influir en el comportamiento del adversario. Kaplan lo tenía claro, también el independentismo. El PSOE pone la mesa y se olvida de lo más importante: las demandas de los constitucionalistas —la mayoría—. Esto ha levantado una enorme polvareda, sobre todo, en la Asociación de Abogados del Estado.

El cuerpo del Estado favoreció la puesta en libertad de Junqueras, tal y como pretendía el Gobierno. El gesto fue tachado de “coacción” por los letrados más veteranos, que votaron la semana pasada a favor de emitir un comunicado para defender su independencia. Ganó la ley del silencio con 173 votos frente a los 143 en contra. La Justicia permanecerá amordazada y —espero que no— politizada.

No hay final sin damnificados y, en este caso, son los ciudadanos que sufrimos en silencio las repercusiones que acarrean muchas decisiones políticas. La tragedia sacude en diferentes magnitudes, como bien refleja Bong Joon-ho en la oscarizada Parásitos. Su director juega a apretar magistralmente determinadas teclas para ver cómo aumenta la violencia enfatizando la lucha de clases. Volvemos a los bandos y el peligro que eso conlleva. A más de un político le convendría bajarse al metro y saber a qué huele por la mañana. Mientras continúen las grandes declaraciones y no veamos ningún hecho, todo seguirá igual. Una interpretación digna de Oscar.

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