THE OBJECTIVE
Jaime G. Mora

Los tormentos de Lola Herrera

«Tantos años de tormento para acabar arrasada por la mala educación»

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Los tormentos de Lola Herrera

Contaba Miguel Delibes que el primero en ponerse de parte de Carmen Sotillo, la mujer doliente de Cinco horas con Mario, fue Julián Marías. “No comparto la hostilidad que los críticos suelen sentir por la pobre Menchu –dijo el filósofo español en 1975–; es una figura de carne y hueso, de singular veracidad, y lo humano siempre es interesante; está llena de vida, de deseos, de reacciones inmediatas. […] Yo siento simpatía por Menchu, que realiza con tan singular plenitud una forma de vida que apenas tiene afectación, que no siente desgana ante la realidad”.

Fue entonces cuando Delibes comenzó a mirar con prevención al “intachable” Mario, el marido cuyo cadáver vela Carmen con un monólogo de cinco horas en el que recuerda su insatisfactoria vida en común. La interpretación de Lola Herrera en la adaptación teatral de la novela terminó por consolidar esa percepción. “Hay ya quien la entiende y hasta la comprende. Admiten que es vulgar y retrógrada, pero no les parece estulta ni la única responsable del naufragio del matrimonio”, escribió el autor castellano diez años después del estreno de la obra teatral.

Con Cinco horas con Mario, Delibes no solo firmó una obra cumbre de la literatura española, también sembró una de las obras teatrales más populares de las últimas cuatro décadas. Desde su estreno, en 1979, Lola Herrera ha encarnado a Menchu en otras cuatro ocasiones, en 1984, en 1989, en 2001 y en 2019. Nadie mejor que ella. “Eres mi Carmen Sotillo. La vi, cuando la ideé, como tú la has creado en el escenario”, le dijo Delibes a Herrera cuando la vio por primera vez. “He logrado la obra ideal –diría ella–. He conseguido la meta que a cualquier actriz le gustaría alcanzar en cuanto a interpretación de un personaje real, con fuerza”.

Como en tantas historias de éxito, esta podría no haber ocurrido. En el primer texto que adaptó la novela, de Santiago Paredes, Mario estaba vivo, pero no resultó. “Es uno de esos tipos que no admiten la resurección –dijo Delibes–. Mientras los demás se meten con él nos cae simpático, pero cuando este hombre se pone de pie y pontifica estropea esa pureza porque es un puritano insoportable, un tipo infumable, antipático y aburrido”. Tras una primera puesta en escena, Lola Herrera estuvo a punto de renunciar a Menchu.

Todo se arregló cuando José Sámano y Josefina Molina se pusieron al frente del proyecto. Era la primera vez que Sámano producía una obra de teatro. Era también la primera vez de Molina, que hasta entonces había dirigido solo en televisión y cine. Y era la primera obra de Delibes que se subiría a las tablas. El resultado fue una “obra ideal”, en palabras de Herrera, y colgaron el cartel de no hay billetes día tras día. Cuando Cinco horas con Mario viajó a Barcelona, en 1980, la actriz se había puesto en el papel de Menchu en 250 representaciones con dos funciones diarias. A nadie le extrañó que, el día del estreno en la Ciudad Condal, Herrera se desplomara en el escenario por una lipotimia minutos después del comienzo de la función.

La actriz ha sufrido numerosos percances de salud durante todos estos años con Mario –los últimos hace unas semanas–, y su relación con Menchu ha sido más bien conflictiva: pronto se dio cuenta de las enormes similitudes entre ella y su personaje y cayó en una crisis de identidad. Cuando la abordó por segunda y tercera vez, en 1984 y 1989, declaró haberlo superado. “El personaje me dominaba a mí, haciendo que reviviera escenas y momentos de mi propia vida”, dijo en una entrevista. Fue un “cataclismo total”, añadió en otra: “Iba cada día al teatro a buscar, a buscarme, y mientras más buscaba, más encontraba, y mientras más rascaba, más me iba al fondo. Llegué a pensar en el suicidio”.

Aún en 1990, cuando ya parecía tenerlo superado e impulsó una gira americana, volvió a recaer. Lo cuenta Ramón García Domínguez en Miguel Delibes de cerca (Destino). “Ramón, no hagas nada, suspende todas las sesiones –le dijo la actriz a García Domínguez–. No puedo más, se ha apoderado de mí una angustia incontrolable, el personaje de Menchu Sotillo ha vuelto a ganarme la partida, ha vuelto a poder conmigo. […] He estado yendo dos días al psiquiatra para encontrar una solución, pero nada, la solución está en dejar el personaje para siempre”.

Pero Menchu volvió a Lola en 2019 y anunció una nueva gira, la última. Ya no habría más Carmen Sotillo para Lola Herrera. La gira acabaría en Madrid, en el Teatro Bellas Artes, pero aun así se echó de nuevo a la carretera para llevarla a más puntos de España. Hace unos días, en Zaragoza, se vio obligada a interrumpir la función. Esta vez no fue una lipotimia ni una crisis nerviosa lo que le llevó a improvisar una frase que no estaba en el texto de Delibes: “Apáguelo, por favor, así no se puede trabajar”. El sonido del teléfono móvil que alguien en el público no había desconectado dinamitó la cuarta pared. Según un testigo, antes ya habían sonado otros teléfonos. “Te vuelves loca con ese ruido; te destroza la cabeza”, dice Herrera. Tantos años de tormento para acabar arrasada por la mala educación.

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