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Victoria Carvajal

Magos y acróbatas

«Cuba es, junto a Nicaragua y Venezuela, el país más autoritario de América. Mal que les pese a algunos representantes de Podemos»

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Magos y acróbatas

Maria Alejandra Cardona | Reuters

No parece que sea la labor de un gobierno calificar los regímenes políticos de terceros países. Y eso que el nuestro tiene una demostrada querencia a la grandilocuencia y a ponerle nombre a todo. Empezando por su propia acción, ya sea de progreso tras la coalición con Podemos, o de recuperación fruto de la reciente remodelación, pasando por el dichoso término de la nueva normalidad que estábamos abocados a recuperar hace un año y que ha acabo fulminando la obstinación del virus y la errática política de desescalada del Gobierno tras abandonar el ahora legalmente contestado Estado de Alarma. Ahórrennos las grandes palabras por favor. Ya van cinco olas. Y mucho daño social e incertidumbre económica. Y 81.026 fallecidos. Pero esto va de Cuba.

Si se trata de ayudar a que las protestas contra el régimen autoritario del país caribeño no caigan en saco roto y se atiendan las demandas de una población hastiada de su permanente situación de precariedad, no resulta muy eficaz empeñarse en que el Gobierno califique de dictadura al régimen cubano. No si España aspira a jugar un papel en una posible transición pacífica hacia la democracia.

Pero nuestros representantes políticos no nos podían decepcionar. De forma que la crisis cubana ha supuesto otro motivo de división. ¿El resultado? Un nuevo fracaso de la política: los dos grandes bloques a izquierda y derecha han sido incapaces de consensuar en el Parlamento nacional una declaración institucional de condena a la represión de las manifestaciones en el país hermano para intentar poner freno al enfrentamiento civil irresponsablemente instigado por el propio presidente cubano, Díaz-Canel. ¿Dónde nos deja eso frente a la Unión Europea, foro en el que constamos como los privilegiados interlocutores de Cuba y del resto de países latinoamericanos?

Las protestas son las más sonadas desde la Revolución de 1959. Y el papel de las redes sociales, como ocurrió en la expansión de la Primavera Árabe, ha sido clave para impulsar las movilizaciones en toda la isla. El mito de la Revolución, al que se sigue aferrando con nostalgia parte de la izquierda española a pesar de la ausencia de libertades en la isla, les queda muy lejos a los manifestantes cubanos, en su mayoría jóvenes y negros.

Las protestas son comparables al llamado Maleconazo de 1994, cuando la población cubana se echó a las calles para protestar por la escasez de alimentos. La desaparecida Unión Soviética había abandonado Cuba a su suerte. Sin subvenciones a la caña de azúcar ni petróleo ruso, el sistema se desmoronó. Fue la primera constatación del fracaso del modelo económico cubano. Más allá del daño infligido por las sanciones que desde 1962 ha impuesto EEUU en diferentes formas e intensidad, la realidad es que la economía cubana ha dependido siempre de un tercer país benefactor afín al régimen. Y habitualmente enemigo de EEUU.  

El hueco de la URSS lo cubrió posteriormente la Venezuela de Chávez. Pero hoy esta ayuda se ido extinguiendo en la medida que colapsaba la economía venezolana y su principal fuente de ingresos de divisas, Petróleos de Venezuela, devastada por la ineptitud en la gestión y la corrupción rampante del régimen de Nicolás Maduro. La llegada de Trump al poder, que dio marcha atrás en las medidas de apertura comercial aprobadas por Obama, ha contribuido al deterioro de la situación. Pero ha sido la caída de ingresos de divisas lo que ha situado a la economía al borde del colapso. Por un lado, los provenientes de la exportación de azúcar, que este año ha sido muy limitados debido a la mala cosecha y la falta de combustible y maquinaria. Pero más importante aún ha sido la caída en picado de los ingresos por turismo debido a la pandemia ha puesto ala economía al borde del colapso.

De forma que la única fuente de ingresos de divisas ha sido paradójicamente las remesas de los cubanos en el exilio. Si tenemos en cuenta que Cuba importa el 70% de los alimentos, otra constatación del fracaso del modelo, sin dólares o euros no hay prácticamente nada en las estanterías. La alternativa es el mercado negro, donde los precios son prohibitivos. Como contaba la propietaria de un restaurante: “Los cubanos siempre hemos sido ingeniosos para arreglárnoslas con lo que hay, pero ahora tenemos que ser magos y acróbatas”. El Gobierno cubano culpa de la escasez a las sanciones estadounidenses, pero estas han eximido los alimentos desde 2001.

Las tímidas reformas de Raúl Castro tras llegar al poder permitieron un limitado surgimiento de algunos negocios privados. El pasado mes de enero, con Díaz-Canel ya en el poder y en plena crisis, el Gobierno decidió devaluar la moneda. Como resultado, y debido su dependencia en las importaciones, la inflación se ha disparado también.

La guinda la ha puesto la mala gestión de la crisis sanitaria, que ha derrumbado otro mito. La sanidad pública del país no ha funcionado. El resultado ha sido un estallido social sin precedentes. En un país en el que te encarcelan por disentir con el Gobierno, incluso los habitantes de pequeñas poblaciones donde son fácilmente reconocibles se han lanzado a la calle para pedir libertad y el fin de la dictadura comunista. Y sustituido el lema revolucionario Patria o muerte por Patria y vida que versa la canción de reggaetón y que suena francamente mejor.

Lo verbalice o no el Gobierno de Pedro Sánchez, el régimen cubano ha sido catalogado como autoritario por todas las organizaciones mundiales que miden la calidad democrática de los países. Sirvan estos dos ejemplos. Para Freedom House, Cuba es “un estado de un solo partido donde no hay pluralismo político, se reprime la disensión política y se restringen severamente las libertades civiles”. Según el índice de Democracia que elabora anualmente The Economist Intelligence Unit, que en su último informe alertaba sobre el retroceso de las libertades y el avance del autoritarismo en 2020 en todo el mundo, Cuba ocupa el puesto 140 en el ránking de los 167 países que analiza la institución: saca un cero sobre diez en proceso electoral y pluralismo y 2,94 en cuanto a libertades civiles. Por debajo de la nota 3 todo califica como régimen autoritario.

De forma que Cuba es, junto a Nicaragua y Venezuela, el país más autoritario de América. Mal que les pese a algunos representantes de Podemos y sus confluencias que en los últimos días han hecho una vergonzosa defensa del régimen. Tan desconectados con la realidad social de Cuba como los propios dirigentes del país caribeño.

El papel que jueguen las potencias exteriores es crucial. Los republicanos en EEUU se vanaglorian de que el embargo está por fin, ¡después de 59 años!, dando sus frutos en forma de protesta social, alineándose temerariamente con la tesis de Díaz Canel. Pero no es cierto. Cuba ha podido comerciar con el resto del mundo y puede comprar alimentos y medicinas de EEUU. Quizás haya llegado el momento de desenmascarar al régimen cubano y que la Administración de Joe Biden ponga fin al embargo y deje sin argumentos victimistas al régimen y exponga el fracaso del modelo. El papel de España entonces sería clave para abrir una vía hacia la transición democrática en Cuba. Pero se arriesga a perder de nuevo su influencia en la isla si no es capaz de actuar de interlocutor con una sola voz. Voz que hoy desgraciadamente brilla por su ausencia.

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