THE OBJECTIVE
Beatriz Manjón

Malditos estudios

Los estudios son como los tertulianos, nada hay de lo que no vendan certeza y se deben a quien pagan. Menos mal que aún hay cosas que no están científicamente comprobadas. Que se lo digan a Mariló.

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Malditos estudios

Los estudios son como los tertulianos, nada hay de lo que no vendan certeza y se deben a quien pagan. Menos mal que aún hay cosas que no están científicamente comprobadas. Que se lo digan a Mariló.

Un estudio de Spotify se ha lanzado a catalogar canciones según el sentimiento que originan, ignorando que pueda uno ser feliz e infeliz a la vez, como decía Cioran, y considerando el gusto del oyente tan simple como el de los «MYHYV». En anterior investigación, ya concluyeron que la melodía idónea durante el coito es «Dirty Dancing», lo que obliga a incluir en la maniobra el salto. También dieron con la fórmula de la canción de amor perfecta, que, sorprendentemente, no necesita ser ejecutada con el cabello como si soplara levante en Cádiz. Lo de formular la perfección recuerda a aquella escena de «El club de los poetas muertos» en la que el profesor pide a sus alumnos que arranquen la página sobre cómo medir la belleza de un poema.

No digo yo que Guetta no provoque ira —solo hay que ver cómo lo ha desplumado su mujer—, pero pregúntenle a la Leti de «Quién quiere casarse con mi hijo», para quien la vida es eso que pasa entre after y after. Tampoco niego que escuchar a Katy Perry pueda hacer feliz a alguien, pero prueben a hacerlo sobre imágenes del Interviú de Raquel Mosquera y acabarán como el protagonista de «La Naranja Mecánica»: «¡Paren! ¡Es un crimen!» El poder torturador de la música lo comprobó Pinochet con discos de Julio Iglesias, aunque ahí tienen a Miranda tan pichi, sin pensar en ahorcarse con la trenza.

Vivimos saturados de hallazgos tan útiles como ese que sostiene que el masaje rectal cura el hipo, lo que seguro nos servirá en comidas de empresa. Los estudios son como los tertulianos, nada hay de lo que no vendan certeza y se deben a quien pagan. Menos mal que aún hay cosas que no están científicamente comprobadas. Que se lo digan a Mariló.

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