THE OBJECTIVE
Javier Quero

Mariano el del suspense

Si por Rajoy fuese, no habría anunciado el cabeza de lista de las europeas hasta el día de reflexión. La estrategia de dejar al rival sin candidato con el que cebarse es la máxima expresión del arriolismo.

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Mariano el del suspense

Si por Rajoy fuese, no habría anunciado el cabeza de lista de las europeas hasta el día de reflexión. La estrategia de dejar al rival sin candidato con el que cebarse es la máxima expresión del arriolismo.

Si por Rajoy fuese, no habría anunciado el cabeza de lista de las europeas hasta el día de reflexión. La estrategia de dejar al rival sin candidato con el que cebarse es la máxima expresión del arriolismo. Conocida la designación y resignación de Cañete, la intriga gira en torno al baile de ministros.

Rajoy es el mago del suspense, el Alfred Hitchcock de Pontevedra, el gallego más gallego que Galicia diera. Con él, no dudas si va escalera arriba o abajo, sino que te cuestionas la existencia de la escalera misma. Pregúntale a Mariano por sus medidas, y te dirá que éstas son las precisas. Consúltale por el sentido de sus palabras, y responderá que su sentido es el común. Pídele que confiese quién dirigirá el Ministerio de Agricultura y te replicará que, obviamente, el nuevo ministro de Agricultura.

El mutismo popular es ley desde que Elena Pisonero sonara y soñara con ser ministra de Aznar, tanto que envió su currículum y su foto a los medios antes de hacerse oficial. Aquel impulso hizo cambiar de opinión a Aznar y el puesto fue para Jesús Posada. En Génova, ya nadie abre la boca ni aunque se lo pida el dentista. Así, el nuevo ministro se enterará de que él es él unos minutos antes de que todos sepan que es él.

La disciplina marianista exige el aprendizaje de tres principios. El primero: hay que hacer lo que hay que hacer. El segundo: hay que hacer las cosas cuando hay que hacerlas. El tercero: si no sabes qué hacer ni cuándo, aplica el primer y segundo principio. Mariano es así. Todo el mundo sabe que quiere decir lo que quiere decir y que sólo dice lo que quiere. En el fondo, es previsible. Hace lo que se espera que haga, salvo cuando cree que debe hacer algo distinto, en cuyo caso hará sin duda algo distinto, o sea, lo esperado. Así es Mariano. O quizá no.

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