THE OBJECTIVE
Guillermo Garabito

Mariano Rajoing

El inglés en España es una promesa electoral en constante retorno, como el sueldo en los Tercios españoles en el Siglo de Oro y Gibraltar. Gibraltar en realidad no puede ser español porque tardaríamos una generación entera en poder entendernos para llevar a cabo el traspaso de poderes.

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Mariano Rajoing

Reuters

El inglés en España es una promesa electoral en constante retorno, como el sueldo en los Tercios españoles en el Siglo de Oro y Gibraltar. Gibraltar en realidad no puede ser español porque tardaríamos una generación entera en poder entendernos para llevar a cabo el traspaso de poderes.
Mariano Rajoy es de esos que cuando les hablan en inglés se hace el sordo por si le están insultando. A mi hace dos semanas, a raíz de una entrevista que me hicieron en El Reverso en la que me tildaban de “millenial”, un señor me preguntaba vía Twitter si aquello no era un insulto. A Mariano Rajoy le ocurre lo mismo en las ruedas de prensa. Mi amigo José Luis, que es extremeño, pisador y de Olivenza, me decía: “yo pa’ entenderme con loh de lah toallah hablaba portuñol y ya e’tá.” Y así nos hemos entendido los españoles desde Paco Martínez Soria. Como en Múnich después de seis días de viaje cuando tratando de abrir la puerta de un tren una señora nos resolvió que estaba estropeada. “Coño, que bien entendiendo el alemán”, le dije a mi amigo Mario convencido de mi buen oído tras una semana sin escuchar otro idioma. “Y yo, y yo”, se apresuró a decir él. Con una carcajada la mujer se paró y nos miró y nos dijo en perfecto castellano que era española, de Valencia. Y mi gozo y mi oído para los idiomas en un pozo.

Menos mal que el periodista de la BBC que preguntó a Rajoy tenía un acento limpio. Le entendí hasta yo. Aunque quizá, claro, también fuera español como la señora de Alemania. Y así están los críos en los colegios en esta misión de solventar las carencias del inglés para no parecerse sus mayores. La nueva moda son los colegios bilingües, donde lo mismo se imparte la Historia de España que las matemáticas en inglés. Y si con eso se cumple el número de horas necesarias el inglés se imparte en español. En este país los políticos entendieron mal aquella imagen de la mano que mece la cuna. En vez de mecerla, a cada nuevo gobierno, se desmonta la cuna y solucionado el problema; eso siempre y cuando las instrucciones vengan en español.
De la caraja gallega a la flema british va nada. El problema del inglés presidencial, podría concluir Rajoy –como Paco Martínez Soria–: es que no tengo “the times”.

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