THE OBJECTIVE
Gabriel González-Andrio

Medida de (des) gracia

Como se ve, el panorama no puede ser más desalentador. Mientras la Iglesia católica siempre ha propuesto el diálogo y la paz, los islamistas radicales han optado por las armas. Así será difícil que esto acabe medio bien.

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Medida de (des) gracia

Como se ve, el panorama no puede ser más desalentador. Mientras la Iglesia católica siempre ha propuesto el diálogo y la paz, los islamistas radicales han optado por las armas. Así será difícil que esto acabe medio bien.

La historia de Asia Bibi dará para un buen guión de Hollywood, si es que alguien se atreve a llevarla al cine. Lo merece. Sólo ella sabe las vejaciones que ha sufrido tras acusarla (sin prueba alguna) de blasfemar contra el Islam hace ahora cinco año. Ahora, la Corte Suprema ha anunciado la suspensión la pena de muerte decretada.

Pero se trata de un regalo envenenado, ya que los fanáticos islamistas han puesto precio a su cabeza a quien logre asesinarla. Ante tal medida de (des) gracia, la pobre mujer ha decidido –como es lógico- permanecer entre rejas.

En estos años, la mujer se ha mantenido firme en su fe cristiana. Al parecer, en este tiempo le han ofrecido el oro y el moro si se convertía al Islam, pero aceptó la muerte antes que renegar de sus creencias. Su caso ha provocado una movilización mundial sin precedentes, con el Papa a la cabeza.

Su marido, Ashiq Masih y Eisam, una de sus hijas, estuvieron en Madrid el pasado mes de abril y declararon que la situación de los cristianos en Pakistán no ha hecho «más que empeorar” desde que detuvieron a Asia.

Pero si esta madre de familia es ya todo un símbolo para la comunidad cristiana, no lo son menos las miles de personas masacradas por el Estado Islámico.

Como se ve, el panorama no puede ser más desalentador. Mientras la Iglesia católica siempre ha propuesto el diálogo y la paz, los islamistas radicales han optado por las armas. Así será difícil que esto acabe medio bien.

Pero lo que estamos viviendo ya lo sufrieron en sus carnes los cristianos en el Imperio romano. Simplemente les tiraban a los leones o los quemaban vivos. No veo mucha diferencia al espectáculo al que asistimos en este siglo.

Pero a lo largo de la historia, la sangre derramada por tantos inocentes ha terminado siendo una siembra fructífera para la expansión de la fe. Ahora no será diferente.

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