THE OBJECTIVE
Antonio Orejudo

Miedo

Antes fue el miedo a Dios o al diablo, al hereje, al comunista. Hoy es el miedo a casi todo: al terrorismo, a las drogas, a la reacción de los mercados, a la prima de riesgo, al paro y a la lluvia abundante

Opinión
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Miedo

Antes fue el miedo a Dios o al diablo, al hereje, al comunista. Hoy es el miedo a casi todo: al terrorismo, a las drogas, a la reacción de los mercados, a la prima de riesgo, al paro y a la lluvia abundante

Siempre me han parecido absurdas las alertas por inminente ataque terrorista que periódicamente lanzan los Gobiernos. Alerta roja, amarilla o verde; ni siquiera sé cuál es el código de colores que utilizan. ¿Para qué sirven? ¿A quién alertan si no es a los propios terroristas? Si verdaderamente hubiera llegado un chivatazo, ¿no sería más razonable callarse, aumentar discretamente los controles, pero no levantar la liebre, para pillar in fraganti al malvado terrorista que nos quiere volar por los aires? Estas alertas periódicas no conseguirían disuadirme, si yo fuera él; todo lo más, que aplazara el ataque y aumentara mis cautelas.

Si, como indica el sentido común, estas alertas sólo benefician a los terroristas, ¿qué sentido tiene activarlas de vez en cuando? ¿Comprobar que el sistema de vigilancia funciona bien? ¿O más bien recordarnos que el mundo ahí fuera sigue siendo un lugar hostil y que los ciudadanos tenemos mucha suerte de sufrir esas colas espantosas para pasar el humillante control de seguridad en los aeropuertos? Y no sólo es la incomodidad: los Estados han invertido ingentes cantidades de dinero en sofisticados aparatos de espionaje que además violan con impunidad nuestra vida privada. En algún momento la gente podría preguntarse por qué, para qué. Conviene refrescarle la memoria de vez en cuando.

No sé si estas alertas nos libran de algún atentado. Lo que sí parece evidente es que justifican la intolerable voracidad con que los Estados van conquistando parcelas de nuestra libertad, aprovechándose del miedo que ellos mismo nos infunden. Antes fue el miedo a Dios o al diablo, al hereje, al comunista. Hoy es el miedo a casi todo: al terrorismo, a las drogas, a la reacción de los mercados, a la prima de riesgo, al paro y a la lluvia abundante. Sí, a la lluvia abundante, que ya no se llama así. Ahora los meteorólogos la llaman ciclogénesis explosiva. ¿A que acojona?

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