THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Millonarios

En un mundo polarizado los extremos serán tan opuestos que, salvo gestos de filantropía o gastos suntuosos muy sonados, no nos enteraremos de cuán ricos son. La pobreza es evidente. Explícita.

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Millonarios

En un mundo polarizado los extremos serán tan opuestos que, salvo gestos de filantropía o gastos suntuosos muy sonados, no nos enteraremos de cuán ricos son. La pobreza es evidente. Explícita.

Estos días hemos conocido el Informe de Riqueza Mundial donde se desliza que España ha incrementado en un 25% la cifra de millonarios. La moneda de la riqueza es el dólar, lo que implica que en euros serán algo más pobres. Confieso que conozco a alguno y en lugar de ponderar su situación, no deja de quejarse sobre lo poco que tiene comparado con los demás. Obvio, si son Marck Zuckerberg.

En un mundo polarizado los extremos serán tan opuestos que, salvo gestos de filantropía o gastos suntuosos muy sonados, no nos enteraremos de cuán ricos son. La pobreza es evidente. Explícita. Y aunque hubo un tiempo que se ocultaba por vergonzante, ahora carece de ambages. Todos somos pobres, salvo las 465.OOO personas que en este país integran el epígrafe de “ricos”.

Y es en los pobres en quienes se ceban los males de la precariedad, lo cual puede parecer de Perogrullo pero no. Si Teresa Romero, la enfermera que lucha contra un estigma de este tiempo cuyos enemigos ocultan su cara –bien porque se esconden tras un turbante fundamentalista o bien porque mutan-, fuera rica, no se hubiera impregnado las calzas de sudor y virus poniendo en riesgo su vida. Si las parejas de ancianos a quienes les han esquilmado sus ahorros, mientras los gerifaltes de las Cajas donde los guardaban se los gastaban en juergas, fuesen millonarios serían los vecinos de isla del creador de Facebook.

Noten que el cosmos alimenta una suerte de injusticia a la que parece difícil escaparse.

Claro que es reseñable que un millonario done parte de su fortuna para paliar problemas sociales, pero no olvidemos que casi siempre esa riqueza tiene su origen en la complicidad de una mayoría trabajadora que consume sus productos.

Otros ricos juegan en Bolsa como los pobres al Monopoly.

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