THE OBJECTIVE
Jorge San Miguel

Mis opiniones correctas sobre todo

«No se puede pretender tener la razón de antemano siempre. Hay que atreverse a tener razón cada vez, y a no tenerla»

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Mis opiniones correctas sobre todo

Viene a ser el título (My correct views on everything) de un ensayo de Leszek Kolakowski en respuesta a una carta abierta de E.P. Thompson, el historiador comunista británico. A Kolakowski, que había salido de Polonia en el 68, era complicado venderle ciertas mercancías. El ensayo dio lugar a un libro donde el autor de Las corrientes principales del marxismo añadió otros capítulos sobre los socialismos reales, así como dos nuevas secciones sobre el cristianismo y el liberalismo.

Cada tiempo y lugar tiene sus opiniones correctas de antemano. Es verdad que las de la intelligentsia comunista eran particularmente falsas y grotescas, pero conviene que todos hagamos examen de conciencia. Algunos llevamos veinte o treinta años teniendo razón gratis, y al final resulta que no tenías tanta razón. Pensábamos que la gente tenía opiniones falsas, o que no sabía, sin más. Llegamos a creer que lo virtuoso es que todo el mundo piense lo mismo; y una forma muy determinada de lo mismo, que es el centrismo socioliberal tecnocrático. Y que nuestras verdades eran como el aire que se respira.

En realidad no debería hacer falta leer a Marx, ni a Kahneman, ni a Haidt, para darse cuenta de que esto es una gilipollez, y una gilipollez perniciosa: el mundo no funciona así, la gente no funciona así. “El ser social determina la conciencia”, existen los intereses, existen las creencias. La vida es plural, la gente es plural, y los espacios públicos deben reflejar esa pluralidad. Pero hemos ido a peor de una manera muy perversa: un espacio político cada vez más fragmentado y un espacio de valores “correctos” cada vez más monolítico. Y por ese agujero se está desfondando el país.

Hace unos años algunos nos agarramos a la bandera del reformismo. España tenía ciertos problemas, que estaban identificados y se podían intentar corregir. Y se podían intentar corregir desde una cierta desideologización. Hoy estoy encerrado en casa escribiendo este artículo y pocos de aquellos problemas parecen en camino de arreglarse, pero además han empeorado muchas otras cosas, que afectan a la raíz de la convivencia, a la existencia misma de la comunidad.

El estado de ánimo alienado alcanzó seguramente al paroxismo con el surgimiento de los «nacionalpopulismos», Trump, el Brexit, etc. Llega un momento en que parece que todo lo que se aparte de la doctrina recta debe ser proscrito. Pero toda realidad negada regresa para vengarse. La nación en sentido fuerte, las creencias, la vida en sus múltiples formas. Lo primero para enfrentarse a una realidad es no negarla. Y un espacio plural donde encontrarse con lo que no te gusta. No se puede pretender tener la razón de antemano siempre. Hay que atreverse a tener razón cada vez, y a no tenerla.

La política es conflicto, y confundimos la virtuosa vocación de canalizar el conflicto de forma pacífica y constructiva con la ilusión de que se puede eliminar el conflicto radicalmente. Nuestras opiniones correctas sobre todo. Hay conflictos de naturaleza irresoluble y realidades robustas que no se pliegan a la palabrería. Un cortesano quizás no pueda aceptar algo tan sencillo y tan crudo como esto; pero una persona adulta que quiere ser libre en la medida en que sea posible debe hacerlo.

Porque hay algo más, más allá de lo común: la aceptación de que existen verdades y razones parciales, y que uno no tiene que conformarse a ninguna racionalidad universal ni a ningún gran plan, ni someterse al escrutinio de otros más que a la conciencia propia. La experiencia de cada uno es irreductible, y una idea política que no lo reconozca y no permita un espacio a esa expresión está condenada a la irrelevancia.

Vuelvo al Caro diario de Moretti, a la escena del cine. No hace falta tirarlo todo, no hacen falta enmiendas a la totalidad. Si he llegado aquí ha sido por ese camino. Yo, como Moretti, decía cosas que me parecían justas, y que quizás aún lo sean. Pero hay que atreverse a tener razón y a no tenerla. Vivir es aprender o es otra cosa.

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