THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

“Molestáis por existir”

Ésa fue una de las lindezas que los animales de Alsasua escupieron sobre los dos guardias civiles y sus parejas mientras les pateaban: “Molestáis por existir”. ¡Claro! Y, si molestáis por existir es lógico -¿qué digo lógico? casi justa correspondencia- que la alegre y combativa muchachada vierta su odio contra los molestos. Porque el odio, además, no es ningún significante vacío sino uno muy lleno de sí mismo. Y tiene un objetivo muy claro: amedrentar; llenar el espacio público de miedo para vaciarlo de democracia, para hacer imposible la convivencia en respeto y libertad.

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“Molestáis por existir”

Ésa fue una de las lindezas que los animales de Alsasua escupieron sobre los dos guardias civiles y sus parejas mientras les pateaban: “Molestáis por existir”. ¡Claro! Y, si molestáis por existir es lógico -¿qué digo lógico? casi justa correspondencia- que la alegre y combativa muchachada vierta su odio contra los molestos. Porque el odio, además, no es ningún significante vacío sino uno muy lleno de sí mismo. Y tiene un objetivo muy claro: amedrentar; llenar el espacio público de miedo para vaciarlo de democracia, para hacer imposible la convivencia en respeto y libertad.

Molestáis por existir es la justificación de todo escrache: si vosotros, seres molestos, nos molestáis con vuestra existencia a nosotros, seres indignados, tenemos todo el derecho a devolveros esa molestia. ¿Cómo? Pues impidiendo que os atreváis a entrar en ningún bar del pueblo, porque es muy molesto que profanéis nuestro territorio, o invadiendo la intimidad de vuestros domicilios, porque nos molestáis con vuestra existencia en el barrio, o impidiendo que podáis pronunciar una conferencia en una Universidad, porque es tremendamente molesto que puedan escucharse vuestras palabras… o de cualquier otra forma que materialice lo que antes (en tiempos etarras) se llamaba “socializar el sufrimiento” y ahora (en tiempos podémicos) se llama “politizar el dolor”.

El material es siempre el mismo: el odio, la incultura del odio, el odio a todo lo ajeno a la tribu, la agitación de un odio tan lleno de odio como vacío de respeto.

La semana comenzó con el molestáis por existir de Alsasua, llegó a su ecuador con el molestáis por existir de la Universidad Autónoma de Madrid contra el expresidente Felipe González, y continuará si no le plantamos cara con la decisión de ponerle freno. ¿Cómo? Pues, de entrada, defendiendo con toda determinación el respeto como primer prerrequisito de democracia; el respeto a las normas y el respeto al otro como exigencia imprescindible para la convivencia. Acto seguido, asumiendo que el huevo de esa serpiente totalitaria ha estado incubándose demasiado tiempo; un tiempo en el que quizá a alguno pudo parecerle casi divertido cuando las víctimas de los escraches eran “sólo” a picoletos en Navarra, o a Rosa Díez en la Universidad, o a Soraya Sáenz de Santamaría en su casa, o a la puerta de Génova 13 en tantas ocasiones, o en el rodea el Congreso de los primeros años de la primera legislatura de Rajoy…

Los escraches se pararon temporalmente cuando los antisistema decidieron disfrazarse de transversales para su asalto a las instituciones. Ya han anunciado que quieren compatibilizar la algarada callejera con los circos que montan en Parlamentos y alcaldías: por aquello de “politizar el dolor”, ya saben. Y es previsible que el tercer escrache de la semana sea en Ferraz. Es previsible porque lo han anunciado para este sábado y porque el anterior Comité Federal de los socialistas ya tuvo el amedrentamiento exterior como alegre compaña.

Ahora se trata tan sólo -mejor: se trata ¡nada menos!- de no dejarse amedrentar. Se trata de decirle a los violentos en voz alta y clara: sin odio no sois nada.

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