THE OBJECTIVE
Carme Chaparro

Nada importa si sus rizos están perfectos

Mírenla. Con sus mechas perfectas. Sus rizos a la tenacilla que no se mueven un milímetro, esculpidos a cincel. El tono justo de rosa en labios y mejillas. La media sonrisa clavada. El traje impolutamente blanco. La mirada justa de admiración hacia su marido.

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Nada importa si sus rizos están perfectos

Mírenla. Con sus mechas perfectas. Sus rizos a la tenacilla que no se mueven un milímetro, esculpidos a cincel. El tono justo de rosa en labios y mejillas. La media sonrisa clavada. El traje impolutamente blanco. La mirada justa de admiración hacia su marido.

Mírenla. Con sus mechas perfectas. Sus rizos a la tenacilla que no se mueven un milímetro, esculpidos a cincel. El tono justo de rosa en labios y mejillas. La media sonrisa clavada. El traje impolutamente blanco. La mirada justa de admiración hacia su marido. 

Mírenla. Porque la larga sombra de su pose oculta la muerte de ciento cincuenta mil de los súbditos que se cansaron de serlo. La orfandad de un millón de niños. El exilio de otros tantos compatriotas.

Mírenla, porque la rosa del desierto (como la bautizó un más que desafortunado reportaje en la revista Vogue) es cómplice de los asesinatos y torturas del gobierno de su marido. Antes de la cruel guerra civil que azota al país, Asma Al Asad siempre presumió de tener un papel político en Siria, y de participar en las decisiones de su Basar.

Y ahí los tienen a los dos, hechos un pincel, jaleados por leales reverenciadores a los que sólo les falta lamer el suelo por el que pisan. O quizá lo hagan. Y laman también sin asco la sangre que se ha derramado por su culpa. Y bailen sobre ella.

El oftalmólogo que estudió en Inglaterra y la economista que nació allí parecían el recambio ideal del hermano muerto en un accidente de tráfico, estrellado contra una rotonda a la salida de Damasco en uno de los velocísimos deportivos que tanto le gustaban. Basar parecía el heredero de rebote llamado a cambiar un país en el que la mitad de sus habitantes espiaba a la otra mitad para delatarlos ante el régimen.

Catorce años después, de la exquisita educación británica de la pareja sólo queda el gusto por la moda y los lujos. La Lady Di del Medio Oriente y su médico comandan una de las guerras civiles más desiguales y crueles del mundo. Por mantenerse en el poder.
Pero nada de eso importa. Porque sus rizos están perfectos.

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