THE OBJECTIVE
Anna Grau

Ni Roca Barea, ni Pérez Reverte: Puigdemont

«En esta maldita patria, por llamarla de algún modo, todo el mundo tiene la Historia que le da la gana»

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Ni Roca Barea, ni Pérez Reverte: Puigdemont

Éramos pocos y parió el imperio, en forma de (ala)triste bronca entre doña Elvira Roca Barea y don Arturo Pérez Reverte. ¿Qué decir de ambos? Pues que los dos pecan de brillantes y de soberbios, que los dos tienen razón y yerran, y que lo peor de esta cuestión no es su fondo ni su forma. Es su contexto.

Háganme caso que vengo de donde vengo, de la Cataluña posverdadera. En esta maldita patria, por llamarla de algún modo, todo el mundo tiene la Historia que le da la gana. La memoria de cada cual es menos un caudal de conocimientos que una expresión de temperamento. Una declaración de intenciones.

Atina doña Elvira cuando se rebota contra tantos siglos de interesada leyenda negra española. También en su denuncia de que para dejarse retratar siempre y en todo lugar por el enemigo hay que ser un poco…¿gilí? Ya vale de hablar de la España negra como si todos los demás imperios hubiesen lavado más blanco. Más brujas ardieron en Inglaterra que en todas las piras de la Inquisición española… Felipe II fue el presidente de los Estados Unidos de su época. Normal que aquí y allá se enfrentara pues eso, al antiamericanismo de su época. Spaniards Go Home. A veces hasta puesto en solfa como en el Don Carlo de Verdi. En 2015 asistí en el Auditorio de El Escorial al estreno de la versión de esta ópera dirigida por Albert Boadella, quien pretendía darle la vuelta a la mala intención de la obra sin tocar una coma del libreto. Sólo jugando con la escenografía y la interpretación. Todo esto con el entonces recién emérito Rey Juan Carlos sentado en la platea, aplaudiendo a rabiar. Más discreto fue el entusiasmo de Pedrojota Ramírez, quien al salir me manifestó una crítica a mi juicio cargada de razón: “Le ha salido un poco raro: por no querer dejar a Felipe II como un hijo de puta, le deja como un gilipollas”.

Seguramente eso es lo que pasa cuando después de mucho tiempo de masoquismo, una va, se empodera y decide sacudirse la caspa y los complejos, tal que hacen doña Elvira y otros jóvenes pero insignes autores en su estela, como mi amigo Pedro Insua. ¿Cómo no sentir envidia de esos otros grandes países tan convencidos de serlo que, allá donde han perdido o ganado una batalla memorable, no se rebajan a entrar en detalles, se limitan a colgar una placa donde pone “enemy action”? Por no hablar de la capacidad de algunos de generar orgullo nacional de la nada: todos lloramos a moco tendido (yo la primera…) al oír cantar La Marsellesa en Casablanca, obviando el detalle de que los miembros de la Resistencia francesa, en la vida real, cabían en un taxi.

Complejos los justos, viene a decir doña Elvira, con razón. Pero pasándose ocasionalmente de frenada según don Arturo, quien también tiene su inevitable buche de razón cuando reivindica que, sin la mala materia prima nacional de muchos de nuestros gobernantes, sin su soberana dejadez, a veces hasta estupidez sorprendente, tampoco tendríamos que pedir perdón tan seguido por existir.

Si esto fuera una novela de don Benito Pérez Galdós, ahora que entramos en los fastos de su centenario, Elvirita y Arturito acaso se enfrentarían como Doña Perfecta y su liberal yerno. O como una Fortunata racial pero ilustrada, vejada por el frívolo y borde señorito Juanito de Santa Cruz. A gustos va. En la sabrosa pimienta que se dedican el uno al otro bulle el eterno choque no entre dos Españas sino entre dos docenas: que si carlistas que si liberales que si masones que si afrancesados que si por mis cojones de aquí no los llevan que si Trafalgar que si el Cid Campeador que si Pedro Sánchez que si Junqueras que si Puigdemont.

Nada nuevo bajo el sol, excepto quizás porque estos choques empiezan a parecer demasiado estudiados para ser de buena fe. Con su mala uva característica, Reverte acusa a Roca Barea de ser algo así como la cantinera intelectual de una derecha “anémica” de argumentos. Puede haber algo de eso. Y , acaso sea legítimo (siempre ha sido muy exagerado el desequilibrio tiroideo entre la cultura de izquierdas y la derecha, unos tanto y otros tan poco…), y puede ser igual de legítimo cuestionarlo. Es natural que si Elvira Roca Barea le ha pegado algún viaje, algún pellizco de monja, a las novelas de Reverte, éste se lo quiera devolver, cosa que no oculta en su muy comentado artículo en XL Semanal. Precedido de una seria andanada de El País contra Roca Barea, sacándole las contradicciones y cierto mecachis que guapa soy, lo cual a su vez ha detonado una encendida, casi ultrajada carta de apoyo donde se leen firmas como las de Arcadi Espada, Pedro Insua…

Uf. ¿Cabe mayor aburrimiento de todos contra todos, con perdón? ¿No es el mismo abuso del ultraje y el melodrama lo que quita a este debate toda espontaneidad y toda fertilidad intelectual? ¿Se trata de llegar a algún sitio, de poner algo en claro, o se trata de liarla, de elegir hinchada y hooliganismo?

En resumen, que si me preguntan yo a quién más quiero, si a mamá o a papá, si a Elvira o a Arturo, no me da la gana pronunciarme. No me da la gana elegir. Aunque me gustaría destacar una estremecedora frase de Reverte, con la que, independientemente de su mal carácter, creo que sí pone el dedo en una llaga profunda y dolorosa: cuando acusa a su “rival” de no querer ver un componente atroz de nuestra leyenda negra y de nuestra desgracia. Y ese componente atroz es la incultura. Lo incultos que siempre hemos sido. Que somos unos bestias.

Se te hiela el corazón porque te das cuenta de que es verdad: la ignorancia española es tenaz y es atrevida, sobre todo cuando se resiste como gato panza arriba a dejar de serlo. La generación más preparada de la Historia, dicen. Y la que da más miedo. Porque nunca se habían visto tantos (y tantas…) ignorantes que lo son porque quieren. Cuando en su mano estaría ignorar mucho menos de lo que ignoran. Conocer y comprender mucho más.

Sólo así se explica el recorrido de ciertos discursos que no resisten un análisis sin caer en el esperpento. Por ejemplo toda la que se ha liado ahora con la inmunidad europea de Junqueras y de Puigdemont ¿A nadie se le ha ocurrido que permitir a Junqueras ir a recoger su acta pondría en evidencia al otro cantamañanas? ¿Que lo de Junqueras tarde o temprano tendrá arreglo, porque mal que bien se ha sometido a unas reglas de juego, las de la justicia española, con la que tarde o temprano estará en paz, mientras que el otro va camino de convertirse en el Julian Assange catalán? Esos mismos independentistas que ahora entran en éxtasis con Europa, ¿qué cara se les va a quedar en cuanto Europa empiece, en la misma buena lógica que ha dictado esta sentencia del TJUE, a atender suplicatorios y despachar euroórdenes? Pan para hoy y hambre para mañana, eso es Europa para las tesis separatistas…Y para un gobierno español con cara y ojos… Claro que, mientras nos gobierne quien nos gobierna y mientras Cataluña desprecie cuanto ignora y mientras Arturo y Elvira se tiren del moño… ¡Vivan las caenas!

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