THE OBJECTIVE
Jesus H. Cifuentes

No es país para viejos

Acogerse a la hipocresía farisea, en términos cristianos, es lo que normalmente hacen y promueven desde la cúpula del Estado. Y para ejemplo, nada más cercano con lo que sucede en el ámbito de la educación pública española

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No es país para viejos

Acogerse a la hipocresía farisea, en términos cristianos, es lo que normalmente hacen y promueven desde la cúpula del Estado. Y para ejemplo, nada más cercano con lo que sucede en el ámbito de la educación pública española

A poco de que la japonesa Misao Okawa, la mujer más anciana del planeta, cumpla 117 años, el Papa Francisco advierte de que “no ir a visitar a los ancianos es pecado mortal”. Y no le falta a mi juicio argumentario, si no pedagogía, al amenazar con un “pecado mortal” a toda la cristiandad.

Está claro que en el ámbito cristiano, buena parte de los pecados, “mortales o veniales”, se resuelven con dos padrenuestros y un avemaría una vez hecha la confesión. Y desde esta ecuación tan cómoda, un montón de “creyentes” entre los que se encuentran dictadores latinoamericanos, mafiosos italianos, o políticos corruptos españoles especialmente del ámbito PPopular, la limpieza de la basura moral que corroe la conciencia, tiene un fácil acomodo que además te permite seguir reincidiendo, y en muchos casos seguir haciendo lo contrario de lo que predicas.

Acogerse a la hipocresía farisea, en términos cristianos, es lo que normalmente hacen y promueven desde la cúpula del Estado. Y para ejemplo, nada más cercano con lo que sucede en el ámbito de la educación pública española, en la que la enseñanza de la religión católica pesa como un lastre anacrónico en una sociedad moderna y aconfesionalmente declarada como lo es la española, según su Constitución vigente.

Pero “como te digo una co te digo la o”, el acuerdo gubernamental con la Santa Sede, mantiene en nuestras escuelas públicas, tan maltratadas las pobres, la situación especial por la cual los “profesores de religión” conviven en los claustros con los maestros de oposición, gracias a esas prebendas trasnochadas y siendo elegidos además por la propia Iglesia católica, según su libre criterio.

Está claro que el Papa tiene razón, en el sentido de que en la sociedad actual, la figura de nuestros mayores ha sido desplazada y en buena parte condenada al abandono. Es algo que la propia condición humana tiene que revisar, porque no respetar los orígenes es como olvidar la propia historia, pero por otro lado si se analiza el sistema tan precario de pensiones de que disponemos, y la carencia de plazas y profesionales capacitados en la red de residencias de personas mayores con que cuenta la administración, hemos de llegar a la conclusión de que todo es una gran mentira. 

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