THE OBJECTIVE
Ferran Caballero

No ha lugar

No me escandaliza demasiado que los padres eduquen a sus hijos en lo que consideran bueno. Mucho peor sería que los educasen en aquello que consideran malo o que no los educasen en absoluto, si tal cosa fuese posible. Por eso no logro tirarme de los pelos al ver que algunos de mis compatriotas llevaron a sus hijos a las cabalgatas de los farolillos independentistas o, mejor dicho, llevaron farolillos independentistas a las cabalgatas de reyes de sus hijos. Como no me escandalicé al ver que los llevaban a las manifestaciones del 11-S, o a las contrarias a la Guerra de Irak o a las en defensa de la vida y de la familia. Y todavía menos me indigna que los lleven al futbol o a los toros, para que aprendan allí a ver más y mejor y se curen de ser aquellos ciegos que no ven más que a 22 tipos corriendo en calzoncillos o a un sádico en mallas torturando a un pobre animal indefenso. Tienen, al menos, derecho a intentarlo. Porque es sabido que los niños tienen su propia lista de prioridades, y me imagino que la luz de un farolillo indepe poco podría hacer para eclipsar la llegada de un rey mago.

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No ha lugar

No me escandaliza demasiado que los padres eduquen a sus hijos en lo que consideran bueno. Mucho peor sería que los educasen en aquello que consideran malo o que no los educasen en absoluto, si tal cosa fuese posible. Por eso no logro tirarme de los pelos al ver que algunos de mis compatriotas llevaron a sus hijos a las cabalgatas de los farolillos independentistas o, mejor dicho, llevaron farolillos independentistas a las cabalgatas de reyes de sus hijos. Como no me escandalicé al ver que los llevaban a las manifestaciones del 11-S, o a las contrarias a la Guerra de Irak o a las en defensa de la vida y de la familia. Y todavía menos me indigna que los lleven al futbol o a los toros, para que aprendan allí a ver más y mejor y se curen de ser aquellos ciegos que no ven más que a 22 tipos corriendo en calzoncillos o a un sádico en mallas torturando a un pobre animal indefenso. Tienen, al menos, derecho a intentarlo. Porque es sabido que los niños tienen su propia lista de prioridades, y me imagino que la luz de un farolillo indepe poco podría hacer para eclipsar la llegada de un rey mago.

Así que el problema de los farolillos no es tanto con los niños como con los padres. Porque a los primeros les debe importar lo mismo un farolillo independentista que un globo de Ciutadans que libro educativo o un juguete no sexista. Y bien está, porque el mensaje no era para ellos. El mensaje que querían mandar los organizadores era para TV3. Para espectadores. O sea, para ellos mismos y cada día para menos más. Eran sólo la enésima forma que encontraron la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural de verse en el espejo sin tener que mirarse. Y no es de extrañar que la ANC y Òmnium no sepan cuál es el lugar de las reivindicaciones políticas si no saben cuál es su lugar en la sociedad catalana. Era, en definitiva, un mensaje para los que se empeñan en considerarse fareros del proceso, del catalanismo y de la misma Cataluña. Para recordarse, para convencerse, que siguen siendo los guías del proceso. Pero que crean que a estas alturas los farolillos son útiles e incluso necesarios hace dudar de su fe.

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