THE OBJECTIVE
Laura Calonge

No hay mal que por bien no venga

El amor en tiempos de crisis tiene razones que el corazón desconoce; a saber en qué parajes anda perdido. Unos se enamoran según los caprichos de las apariencias, y otros se han aprendido tan bien los trucos de cómo venderse que por el camino se han olvidado de quiénes son.

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No hay mal que por bien no venga

El amor en tiempos de crisis tiene razones que el corazón desconoce; a saber en qué parajes anda perdido. Unos se enamoran según los caprichos de las apariencias, y otros se han aprendido tan bien los trucos de cómo venderse que por el camino se han olvidado de quiénes son.

El amor en tiempos de crisis tiene razones que el corazón desconoce; a saber en qué parajes anda perdido. Unos se enamoran según los caprichos de las apariencias, y otros se han aprendido tan bien los trucos de cómo venderse que por el camino se han olvidado de quiénes son. Así las cosas, no es extraño que tantas parejas se casen y se descasen en menos de un año, o que otras no lleguen siquiera a pasar por el altar. Las más atrevidas se dan cuenta de su equivocación a pocos días, incluso horas, de la celebración. Un caos para evitar otro caos mayor.

Y entre tanto amor de Todo a 1€, y tanto desamor de entrepierna, aparecen noticias como ésta: una joven pareja de Sacramento (California) decide que otros disfrutarán de su desamor, por todo lo alto, dándose un banquete. Un banquete de 35.000 dólares -que se dice pronto- es el precio con el que su desamor invitó a 90 personas sin hogar, a una comida de cinco estrellas en el Hotel Citizen, uno de los más elegantes de la ciudad. Puede imaginarse la alegría de aquel que nada tiene, sintiéndose durante unas horas como un ciudadano normal, tratado como un invitado más en una boda en la que hay de todo, menos los novios. Una banquete de boda sin boda, una boda sin novios, unos novios sin boda. No sabemos si se les rompió el amor de usarlo poco, demasiado o mal. Lo que sí parece es que su desamor benefició a más personas de las que hubiera beneficiado su amor. ¿Acaso no es un acto de amor acordarse de quienes lo han perdido todo? Tomando el amor como una suerte de energía, que según las leyes de la física, no se crea ni se destruye, sino tan sólo se transforma, podríamos pensar que el amor destinado a esa boda cambió su forma para convertirse en un acto de solidaridad. La solidaridad es también un acto de amor. Dar lo que te sobra, no lo que no tienes, es un acto de inteligencia.

A esta bendita pareja les sobraba comida, pero les faltaba amor. Entendieron la ecuación a tiempo. El dinero no era ya reembolsable, pero aún había tiempo de hacer algo bueno: tan sólo era necesario mirar hacia afuera. Porque el amor, como diría Khalil Gibran, “os trilla para libraros de vuestra paja, os muele hasta dejaros blancos, os amasa hasta que seáis flexibles, y luego os entrega a su fuego sagrado, que pueda transformaros en pan sagrado para el festín de Dios”.

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