THE OBJECTIVE
Gonzalo Gragera

No son avales, hay más

Si en algo estarán de acuerdo los tres candidatos –Díaz, López y Sánchez- es que en el PSOE necesitan mucho más que avales y militancia. Necesitan ideas, difícil misión, y consenso para planificarlas, proponerlas y realizarlas, objetivo más complicado aún; recordemos: un partido dividido en facciones y en intereses, ¿por ejemplo?: el referéndum de Cataluña o el entenderse, para alcanzar una coalición en el Parlamento y en quién sabe qué más, con Podemos. No es poca cosa. De uno se desprenden las directrices respecto del nacionalismo catalán –uno de los grandes problemas que España arrastra y atraviesa- y del otro depende buena parte de sus fines ideológicos, del color con que contemplarán, abordarán, durante los próximos años la política socialista del partido. Así que ganara Susana –caballo ganador, por otra parte, e incluso de Troya, para otros- o Pedro o Patxi, el debate que importa seguirá su curso, caótico a veces, en las habitaciones interiores del PSOE. Esto es tan sólo una bomba de oxígeno para salvar, de momento, la respiración.

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Si en algo estarán de acuerdo los tres candidatos –Díaz, López y Sánchez- es que en el PSOE necesitan mucho más que avales y militancia. Necesitan ideas, difícil misión, y consenso para planificarlas, proponerlas y realizarlas, objetivo más complicado aún; recordemos: un partido dividido en facciones y en intereses, ¿por ejemplo?: el referéndum de Cataluña o el entenderse, para alcanzar una coalición en el Parlamento y en quién sabe qué más, con Podemos. No es poca cosa. De uno se desprenden las directrices respecto del nacionalismo catalán –uno de los grandes problemas que España arrastra y atraviesa- y del otro depende buena parte de sus fines ideológicos, del color con que contemplarán, abordarán, durante los próximos años la política socialista del partido. Así que ganara Susana –caballo ganador, por otra parte, e incluso de Troya, para otros- o Pedro o Patxi, el debate que importa seguirá su curso, caótico a veces, en las habitaciones interiores del PSOE. Esto es tan sólo una bomba de oxígeno para salvar, de momento, la respiración.

 

La otra bomba, esta letal, la tiene Iglesias. Bomba de relojería partidista. Bomba de relojería partidista que activó en cuanto propusieron una moción de censura al Gobierno. O al menos eso vendieron. Pero la realidad, como siempre, era otra. La realidad es que con esa moción de censura trataban de debilitar la credibilidad de PP, PSOE y Cs respecto de la corrupción que persiste en el primero. La jugada es magistral. Presento una moción, moción sin candidato aparente, pues eso, en este caso, es lo de menos; PP, PSOE y Cs dudan de las intenciones de esa propuesta, la descartan y no la apoyan; en el ideario común de la sociedad se percibe que los tres partidos protegen los intereses del Gobierno. La conspiración de la trama está servida. Y ya, de paso, el electorado del PSOE toma partido por Podemos. ¿Evitar corrupciones a la sociedad o ingresar adeptos en los círculos? De la moción se deduce lo primero; del modo en que la elaboran, lo segundo.

 

Por tanto, y dadas las circunstancias que rodean al PSOE, su supervivencia necesita algo más que avales y un candidato. Es cuestión de adaptar su discurso –obsoleto en la sociedad moderna de hoy- a un Estado social y democrático en el que todo lo que proponen está cumplido. Mirar a Europa, sí. ¿Pero eso lo hará Susana Díaz, quien ha dejado a medias la mayoría del programa que presentó en las últimas autonómicas de 2015, en Andalucía? Ahí está, entre otras medidas, la oficina contra el fraude, idea estrella de su legislatura. Hoy estrellada. Medidas a medias. Como este PSOE que sobrevive a base de propaganda de avales.

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