THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Nubes negras sobre la cultura europea

«Es necesario preservar la liberalidad política del pensamiento para no caer en el adoctrinamiento del populismo identitario»

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Nubes negras sobre la cultura europea

Thibault Camus | AP

«La liberté commence où l’ignorance finit»

Victor Hugo

Es el cambio constante y la innovación del mundo moderno y el intento de estructurar al menos parte del legado del pasado de forma inmutable e invariable lo que hace que la conservación del patrimonio común europeo sea un tema de interés de numerosos historiadores y pensadores. El contraste modela el paisaje de nuestras ciudades de la vieja Europa. Este agosto, París es una ciudad vacía que se mueve entre dos mundos, el antiguo y el moderno: la belleza del ángel de la bastilla contrasta con la fealdad del Tour Montparnasse. George Steiner tenía la sospecha de que el estudio y la transmisión de la cultura acabase teniendo un significado marginal, y fuera apenas un lujo apasionado. Hoy, Europa necesita instituciones que sean capaces de preservar el legado histórico y cultural europeo, sus edificios, sus catedrales. Los andamios de hierro de una Notre-Dame incendiada contrastan con la piedra carbonizada, revelando el derrumbamiento de la mansión del humanismo clásico, por un breve tiempo rebautizada como el «Templo de la Razón».

Durante el siglo XIX, París se convirtió en un lugar de reunión de radicalesrevolucionarios, conservadores y liberales. Aquí se desarrollaron algunas de las ideas más avanzadas de Europa. Para los liberales, los problemas sociales eran esencialmente problemas de la moral y la educación; se obsesionaron con la necesidad de educar a la población porque esto determinaría en ultima instancia el triunfo de sus ideas. La historia de Francia y de Europa está marcada por grandes avances y retrocesosmanifestados en forma de cambios políticos y sociales, momentos en los que los ciudadanos fueron sensibles a diferentes formas de poder.

El carisma autoritario es un fenómeno tan moderno como las ideas y prácticas liberales que surgieron en la la «Era de la Revolución», escribe David Bell, que adopta la concepción de Weber de la autoridad carismática y su noción de ella como una fuerza revolucionaria en su libro Men on Horseback: The Power of Charisma in the Age of Revolution. Ahí está la pulsión del liderazgo populista, muy alejado de los ideales y del legado liberal del siglo XIX. Los símbolos de estas corrientes liberales descansan en el Panteón junto a figuras literarias como Victor Hugo, que ridiculizó al emperador de Francia otorgándole el título de «Napoleón el Pequeño»La popularidad de Victor Hugo entre las clases medias y bajas corresponde sin duda a otro tipo de liderazgo, el de un hombre que se opone con su pluma a la tentación absolutista del bonapartismo, y ésta quedó patente el 1 de junio de 1885 cuando en las calles de París se aglutinaron más de dos millones de ciudadanos para asistir a su funeral. Como comentaba Trajano: «¿Qué escritor europeo actual recibiría esos honores? Me temo que ninguno».

El régimen de Luis Napoleón, que de forma paradójica surge de las elecciones democráticas del 48 era la clase de gobierno que Constant había intentado evitarun gobierno autoritario basado en el sufragio universal. ¿Estaban condenadas las democracias a ser iliberales? ¿Podían volverse liberales sin el liderazgo adecuado? se preguntaban en los años 50 y 60 del siglo XIX. Tocqueville aseveró en La democracia en América que los franceses carecían de las ideas y costumbres necesarias para mantener un régimen liberal. Siglos de catolicismo en connivencia con el poder absoluto habían creado ciudadanos indolentes, serviles, materialistas, que albergaban un respeto absurdo por la autoridad y un desprecio por la responsabilidad individual. Bajo su potencial revolucionario y destructivo, puede detectarse una línea delgada que le une la tentación hacia líderes carismáticos de otras épocas con el populismo identitario; es contraproducente desestimar las expresiones culturales o identitarias y las aspiraciones sociales que degeneran en estos tipos de liderazgo populista y carismático. Como dice Daniel Capó«para que una sociedad muera antes tiene que  haber entrado la enfermedad en su interior. Y es precisamente la fidelidad a lo mejor de nuestro pasado lo que nos permite avanzar sobre los fundamentos de la esperanza».

¿Cuáles son los nexos entre las pautas intelectuales, psicológicas, de los ciudadanos y sus sistemas culturales y políticosEste tema es una constante de La historia olvidada del liberalismo, de Helena Rosenblatt. La cultura está en estrecha relación con la percepción moral del individuo y de la sociedad, con su sistema político. Quizás por eso, después de 1848, los liberales europeos literalmente se obsesionaron con la cultura y la civilidad. Hay una preocupación por la educación liberal o por la percepción moral y la conciencia del ciudadano, desde Constant y Madame de Staël hasta Mill y Tocqueville. La soberanía popular fue un concepto clave de ese momento histórico que otorga la autoridad política al pueblo, pero esto no conduciría a una democracia liberal si el pueblo se mantenía ignorante, pensaban los liberales. La verdadera fuente del derecho a la libertad del hombre era su deber de mejorarse a sí mismo. «Esto también significaba imbuirse de los valores del patriotismo, la entrega y el autosacrificio; en suma, valores cívicos», escribe RosenblattSolo entonces podían esperar gobernarse en una democracia liberal.

Juan Claudio de Ramon cree que «el par de Marquard «tener una conciencia / ser la conciencia de otro» se corresponde con lo que  Gregorio Luri  intenta explicar cuando dice que nuestra época prefiere educar en la náusea (¡indignaos!) que en el apetito (reformad vuestra propia vida, haceos mejores)». La «distinción entre «tener» una conciencia propia y «ser» la mala conciencia de otros» es lo que distingue a los grandes hombres liberales, que no buscan el adoctrinamiento de los demás, sino el perfeccionamiento y la responsabilidad individual. La historia de Europa puede ayudarnos a evaluar los peligros que enfrenta la erosión de estas ideas liberales en la actualidadLas democracias liberales se basan en la solidez de las ideas de la ciudadanía, en sus expresiones culturales e identitarias. Es necesario preservar la liberalidad política del pensamiento para no caer en el adoctrinamiento del populismo identitario. Las líneas de influencia política ocurren también por la influencia de modelos de liderazgo (David Bell), tenemos que recuperar el legado de liderazgos como el de Victor Hugo, para que puedan ocupar un espacio en nuestro presente y disipar las nubes negras del populismo carismático.

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