THE OBJECTIVE
Ferran Caballero

Nunca es triste la verdad

Este PP de Casado, este PP rearmado ideológicamente como partido liberal-conservador y como partido de oposición, es principalmente un partido de campaña. Un partido que lo que de verdad parece tener de nuevo es la doble y doblemente triste convicción de que merecía perder el poder, aunque lo perdiese por las razones equivocadas, y de que por haberlo perdido podría llegar a desaparecer como partido.

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Nunca es triste la verdad

Lo que en campaña electoral y para un partido en la oposición son virtudes necesarias, para un liberal-conservador tienen mucho de vicios. Por conservador debería sentirse al menos un tanto incómodo con la inflación de grandes promesas de profundos cambios. Y por liberal, con la tentación de prometer generosos aumentos del gasto público, del intervencionismo y de la ingeniería social.

Este PP, el PP de Casado, rearmado ideológicamente como partido liberal-conservador y como partido de oposición, es principalmente un partido de campaña. Un partido que lo que de verdad parece tener de nuevo es la doble y doblemente triste convicción de que mereció perder el poder, aunque lo perdiese por las razones equivocadas, y que por haberlo perdido podría llegar a desaparecer como partido. Este miedo es algo que se le nota demasiado y que le pesa en exceso. Y cabría tomar la campaña a las elecciones andaluzas como la muestra más evidente de lo que se pasa a un partido cuando lucha más por sobrevivir que por ganar.

Quizás al PP le iría mejor si se convenciese de que le han castigado más por sus virtudes que por sus defectos. Así podría al menos dejar de defender su pasado y sus principios con la boca pequeña, y sin ayuda de propios ni de extraños, y dejar al mismo tiempo de llenarse la boca con discursos y proclamas calculadas y electoralistas de las que más nos valdría que olvidase si vuelve a gobernar. Así por ejemplo con sus recientes flirteos con el populismo punitivo y con la retórica antiinmigración y así también las propuestas y desmentidos de quitar a las autonomías competencias como la de educación.

Entiéndase esto. El PP podría decidir ser el partido centralista que tantos creen que es en esencia. Y eso podría gustarnos más o menos, pero es legítimo y hasta cierto punto lógico que un partido español en un momento como el actual crea que este es el camino a seguir. En defensa de este principio o de estas ideas también podría Casado ser un líder en guerra con los poderes locales y autonómicos del partido. Así se forjan los líderes, en el PP y en todos lados. Pero cuando Casado promete y los poderes desmienten se demuestra de nuevo que lo peor que ha hecho este PP lo ha hecho por los motivos equivocados. Por querer parecerse a Vox. Por querer aspirar a aquella unidad del centro-derecha español de la que tanto presume Aznar y que es muy probable que se haya ido para no volver.

Porque ni es un defecto de España ni es un defecto del PP el que haya como en tantos otros países varios partidos a la derecha de la izquierda. No es sólo ni principalmente culpa del PP que haya ahora en España un partido que presume de liberal, un partido que presume de liberal conservador y otro al que, por no decir de qué presume, hemos venido en llamar derecha populista. Nadie puede aspirar a ser todos estos partidos al mismo tiempo sin correr el riesgo de no ser nada. Y nadie puede aspirar a restaurar la unidad ideológica y política ni en campaña ni desde la oposición. La unidad y la centralidad sólo se restauran o se monopolizan desde el poder, porque sólo desde allí se goza de esa prebenda tan democrática de ser el caballo ganador al que todos se arriman.

El PP tiene solución porque lo que no tiene es tanto problema. Y la solución pasa por poco más que por ser la mejor y la más útil versión posible de ese centro-derecha que existe y seguirá existiendo por muchos años y en todos los rincones de Europa. La solución pasa, como siempre, por alcanzar el poder. Para eso no se necesitan victorias como las de antes y por eso no se les juzga tanto por el número de votos como por lo que pueda hacer con ellos. Es algo que demuestran los resultados andaluces y los presumibles pactos de investidura, pero es algo que ya habían demostrado los pactos de Pedro Sánchez y que harán bien los partidos en asumir cuanto antes. Porque lo que sí podría volverse necesario es el tipo de firmeza ideológica y de claridad moral que de momento este PP de campaña no ha podido o no ha querido poder permitirse.

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