THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

La buena pésima noticia del pacto con Vox

«Vox perderá su identidad, aunque mantenga algunos clichés como Podemos. El Estado de las Autonomías ha sido uno de sus demonios clave y ahí están»

Opinión
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La buena pésima noticia del pacto con Vox

Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco. | Claudia Alba (EP)

No es buena noticia ver a la extrema derecha populista y más o menos antisistema en un Gobierno. ¿O quizá no es tan mala noticia? Seguramente hay tres cosas que conviene considerar, entre ellas la hipocresía farisaica con que la izquierda se escandaliza mientras gobierna con el pack comunista-secesionista–bilduetarra, que es precisamente lo que en mayor medida ha impulsado a Vox a este éxito. Hay tres consideraciones, sí, y un estrambote.

1.- «Es una triste sorpresa –dice Donald Tusk, presidente de los populares europeos–. Pablo Casado era una garantía personal de no llegar a pactos de Gobierno con la extrema derecha y preservar al PP español en el centro derecha». Sí, una triste sorpresa, aunque más triste que sorpresa, para ser precisos; pero la frase de Tusk es tramposa al añadir que Casado era una garantía de aislar el PP del centro derecha. Esto es falso. De hecho, ese mensaje delata hasta qué punto estas cosas se dicen a beneficio de inventario, como también Manfred Weber o Michel Barnier. Es, en cualquier caso, falso. Hoy estaría sucediendo lo mismo de no haberse producido la defenestración de Casado, pero es que además Casado es el principal responsable de haber provocado un adelanto electoral extemporáneo y sin fundamento, como también pretendía hacer en Andalucía, por puro tacticismo oportunista. Juanma Moreno se negó; Mañueco no.

Este error mayúsculo le va a estallar a Feijóo, pero es herencia de Casado. Mientras que Ayuso, su némesis, y Feijóo, su sucesor, sí han logrado neutralizar a Vox… Casado nunca supo hacerlo, manejándose a bandazos desde su magnífico discurso en la moción de Abascal. Casado, un líder tan líquido como Sánchez, nunca supo fijar un discurso más allá del cortoplacismo. Ahora a Feijóo le tocará cargar con el lastre de ese pacto que viene provocado por una mala decisión estratégica, personalista y miope, que no es suya. El PP, después del 3 de abril, debería reorientar la estrategia respecto a Vox; pero esto ya será un hecho consumado.

2.- El PP va a pactar con Vox, pero Vox no es un producto del PP, sino de una realidad política polarizada con opciones populistas. Felipe González acertaba días atrás, por cierto coincidiendo con Feijóo, en que la referencia debe estar en el espacio central, no en los extremos. Y la pérdida de esa referencia lleva la marca de Sánchez. Seguramente algunos consensos ya venían averiados desde el aznarismo y el zapaterismo con la memoria histórica, pero el punto clave es 2016. Ahí Sánchez miente a la nomenclatura socialdemócrata al prometerles que al final se abstendrá para que gobierne Rajoy, pero después impone el «no es no» por supervivencia personal. A partir de ahí, una militancia radicalizada lo devuelve, mediante primarias frente a Susana Díaz, al puesto de mando con la consigna de «con Rivera no», y Sánchez impondrá desde 2018 su alianza con Podemos y nacionalistas a pesar del golpe de 2017. Desde ahí, con la institucionalización de la extrema izquierda que refuta el régimen del 78 y los nacionalistas más radicales hasta incluir a Bildu, solo podía hervir el caldo de cultivo en la extrema derecha. Los populismos se retroalimentan. Y a Sánchez le va eso de perlas para movilizar a su electorado.

3.- Hay que desactivar a Vox, como había que desactivar a Podemos, para retornar a la lógica del espacio central. Y la mejor opción para desactivar a la extrema derecha pasa por incorporarla a las instituciones, donde le sucederá previsiblemente como a Podemos, a quien nadie cree ya sus consignas mitineras de asaltar el cielo después de verlos domesticados en el Gobierno disfrutando de las alfombras mullidas del poder. Los de Vox también podrán entonar sus consignas provocadoras, pero el día a día desmentirá estas y retratará sus contradicciones. Progresivamente Vox perderá su identidad, aunque mantenga algunos clichés como Podemos. No en vano el Estado de las autonomías ha sido uno de sus demonios clave y ahí están subiéndose a él.

En definitiva, el fracaso de Podemos integrado en el poder es la mejor hoja de ruta para actuar y para intuir lo que le sucederá a Vox, o debería sucederle si el PP gestiona esto bien como el PSOE. De momento, la presidencia de las Cortes, una vicepresidencia y tres consejerías supone un botín considerable, y solo cabe esperar que el PP haya hecho esta concesión a cambio de mantener alejado a Vox de las carteras más sensibles. A partir de ahí, a poco que Vox se asiente en el sistema, se producirá el suicido de su atractivo antisistema contra el Estado autonómico, la dictadura de género y otras milongas.

Estrambote.- Desde hace algún tiempo, el PSOE promueve un cordón sanitario contra Vox. Volvió a hacerlo tras el recuento electoral en Castilla y León. De ahora en adelante se rasgarán las vestiduras y pondrán constantemente el grito en el cielo. Bastaba con oír ayer a Adriana Lastra, capaz de pactar con el diablo con su mano izquierda y santiguarse a la vez con la derecha si el PP hace lo mismo. Pero el sanchismo no puede pedir al PP que no pacte con extremistas radicales si ellos pactan a la vez con los extremistas radicales del otro extremo.  El mejor socialista del siglo XXI, Alfredo Pérez Rubalcaba, de hecho bautizó el Gobierno de Sánchez como Frankenstein. La propuesta sanchista, en fin, es una fullería de trilero: si el PSOE quería impedir un pacto con Vox, debió ofrecer al PP sus votos. Vaya broma que el PSOE pretenda que la izquierda sí pueda pactar con bildutarras y secesionistas, los partidos de fundamentos más inconstitucionales en la política española, pero la derecha no.

El «no es no» boicoteó en España la fórmula de gran coalición ensayada en la mayoría de países europeos. Esa fue la apuesta de Sánchez y de esos polvos, estos lodos. El Gobierno Frankenstein ha provocado el éxito de la extrema derecha. Desde aquí solo cabe esperar que Vox se desdibuje en el pragmatismo del poder, perdiendo su aura rebelde, encajando en la dinámica institucional, y entretanto el centroderecha se rearme como el centroizquierda. Esa puede ser la buena pésima noticia del pacto con Vox.

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