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Pilar Cernuda

El disgusto de Abascal

«El día en que Vox inauguraba su entrada en los cielos de la gobernabilidad, Abascal podría haber expresado satisfacción»

Opinión
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El disgusto de Abascal

Santiago Abascal. | Europa Press

A Santiago Abascal no le gustó que Alberto Núñez Feijóo no acudiera a la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de Castilla y León. No parece que el presidente de Vox tenga la actitud positiva como seña de identidad, y eso no suele tener éxito en el mundo político. Isabel Díaz Ayuso, por ejemplo, se felicitó porque gracias al pacto entre PP y Vox, Castilla y León es hoy una región «socialismo free».

Mejor ver el lado claro que el oscuro, transmitir optimismo con el mismo espíritu que el boxeador medio tendido en el suelo que con el labio roto y los párpados hinchados le grita a su contrincante que le va a machacar. A los votantes les gustan los candidatos que van a por todas. Sin pasarse, sin caer en el irritante triunfalismo de un Pedro Sánchez que se cree el rey del mambo, dios, el mejor líder del mundo mundial. Pero el día en que Vox inauguraba su entrada en los cielos de la gobernabilidad, Abascal podría haber expresado satisfacción en lugar de quejarse por la ausencia de Feijóo.

Sánchez, por cierto, presume de su próximo encuentro con Zelenski en Ucrania. Está bien, aunque no es el primer jefe de gobierno europeo que muestra su apoyo al jefe de gobierno ucraniano in situ, un riesgo. Sin embargo, más le valdría a Sánchez preocuparse por su imagen respecto a la guerra de Ucrania. Seguro que sus compañeros europeos y de otros países influyentes no están nada contentos con un presidente que gobierna en coalición con un partido que no condena a Putin. Y que apoya las dictaduras latinoamericanas que no solo no están del lado de Zelenski sino que han «comprado» lo que vende Putin: que Zelenski ha emprendido un genocidio contra los ucranianos de origen y lengua rusa, y que las tropas rusas invaden y atacan Ucrania para defender a esa población que Zelenski pretende aniquilar.

Pero estábamos en Castilla y León, donde acaba de emprender la marcha el primer gobierno de PP y Vox, esa coalición que tanto repugna a quien está coaligado con Podemos y buscó el apoyo externo de Bildu y los independentistas.

Abascal y otros miembros de Vox han protestado porque el presidente del PP había programado sus encuentros con empresarios y sindicatos el mismo día que el acto solemne de Valladolid. Pero, ¿qué más le da a Abascal la ausencia o la presencia del presidente del PP? Lo que tendría que importarle es que su partido, al fin, ha tocado poder. Y lo mejor que podría hacer Abascal como presidente de Vox es ocuparse de que su primer equipo de gobierno funcione y responda a las expectativas que han puesto los votantes de Vox en Abascal y en Gallardo. Expectativas que demuestran una confianza extrema en las siglas, porque se trata de personas sin ninguna experiencia de gestión.

Tampoco es pecado grave. La mayoría de los ministros actuales no habían gestionado nada cuando fueron llamados por Pedro Sánchez, y en el Congreso probablemente ni el 10% de los diputados sabían antes de sentarse por primera vez en su escaño la diferencia entre una moción o un decreto ley. Algunos ni siquiera han leído el reglamento aunque llevan tres años ocupando sitio en el hemiciclo. Se nota. Son pocos los que se han tomado el trabajo de aprender el oficio, ya que están allí. Su prioridad es bailarle el agua a los jefes, a los que elaboran las listas. Que ya va siendo hora que se revise ese asunto, el de las listas electorales. Mientras no se cambie la ley electoral, los que tienen más papeletas para ser diputados y parlamentarios son los más serviles, no los mejor preparados.

La biografía del propio Sánchez dejaba mucho que desear cuando accedió al Gobierno, aunque tenía importantes padrinos, Pepe Blanco el más poderoso. Lo primero que hizo Sánchez fue desbancar a quien tanto le debía, haciendo bueno eso de por qué me trata tan mal si no me debe ningún favor. En la entrevista con Griso, Sánchez apareció una vez más como un jefe de gobierno que falsea los datos, por no decir que miente, y que hizo suyo también lo de que la mejor defensa es un buen ataque. Cuando Susanna le hacía ver que los sondeos coincidían en la aceptación de Feijóo, Sánchez se revolvía en la silla y repetía como un poseso las palabras corrupción y ultraderecha. ¿Cómo es eso de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio? Porque no se trata solo de recordar de vez en cuando el caso de los ere, que ya han pasado años, pero poner el foco en las mascarillas del ayuntamiento madrileño cuando hay operaciones varias del gobierno sin aclarar … Y no por mascarillas defectuosas, sino porque nunca llegaron a pesar de que costaron millones, y porque se confió en empresas que jamás se habían movido en el sector de la sanidad, pero tenían amigos influyentes.

Así que mejor para Sánchez no mencionar tanto la corrupción de otros, ni los pactos de otros con fuerzas extremistas.

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